Planteamientos
Hubo un tiempo en que esa relación pudo considerarse como invisibilizada, detrás del trono estaba la Iglesia y los títulos nobiliarios no competían con los académicos porque aun la ciencia no aparecía en la escena y el reconocimiento social discurría por otros canales, a los cuales los súbditos estaban lejos de tener acceso. Con el surgimiento de las ciencias advinieron las comunidades científicas y el conocimiento se organizó alrededor de las universidades, donde profesores y estudiantes, con base en el interés común, se prodigarían en la búsqueda de la verdad. El Estado, el mercado, la revolución industrial y, con ellos, la universidad, se convirtieron, entre otros, en instituciones representativas de una Edad Moderna que avanzaría hacia la consolidación de las profesiones. Los títulos universitarios pasaron a ser el nuevo símbolo del estatus social y, hoy por hoy, referencia política importante en muchos países.
En la denominada y cada vez más diferenciada sociedad de la información y del conocimiento, posindustrial, posmoderna y, demás adjetivaciones, el caudal de datos y las herramientas tecnológicas que se manejan en los centros de educación universitaria, han ampliado el espectro de los estudios con posibilidades de titulación en distintos niveles, desde el pregrado hasta los estudios postdoctorales, pasando por especialización, maestría y doctorado.
De vez en cuando, la carrera académica se ha visto vio sacudida por docentes, investigadores y estudiantes inescrupulosos y faltos de de ética que incurren en deshonestidad intelectual y llegan a plagiar trabajos y artículos científicos al momento de redactar sus investigaciones, apropiándose de manera indebida del conocimiento de otros autores, negándoles el respectivo crédito de creación intelectual. Prolifera la actitud cómoda y se convierte en rémora para la academia el denominado proceso de “corte y pega”. Actualmente, merced a las ventajas que ofrece Internet, los procesos de verificación y fiscalización del conocimiento, desde el punto de vista epistemológico, se tornan más exigentes y obligantes para cada profesor y para cada institución.
Como un caso extraño en muchos años, la Universidad de Harvard (campus de Massachusetts), reportó recientemente el plagio de 60 estudiantes en un examen final, con la aplicación irrestricta de sanciones. En la UCLA, conocemos de profesores destituidos por conducta similar, pero también de estudiantes de postgrado que resultaron “ilesos” académicamente.
El plagio académico de los políticos es cada vez más recurrente. Alemania es digna de estudio. A raíz de los sonados casos han aparecido plataformas tecnológicas especializadas, de estructura abierta, tipo Wikipedia, como la denominada VroniPlag, dedicada a sentar evidencias, cuyos resultados ha obligado a dimitir a más de un miembro del gabinete de Angela Merkel, que han visto así arruinado su futuro político. Además, de otros, los ejemplos emblemáticos son los del ex ministro de defensa, Karl- Theodor zu Gutenberg; y el de la ex ministra de educación, Annette Schavan.
En otras latitudes, no dejan de registrarse experiencias similares: en abril del año pasado, el presidente de Hungría, Pal Schmitt, fue defenestrado por el Parlamento luego del escándalo por plagio de su tesis doctoral. Recientemente, en diciembre, en Ecuador, puesto en evidencia, por un diputado de oposición al gobierno de Rafael Correa, el presidente del Banco Central, Pedro Delgado, reconoció públicamente que había falsificado su título de Economista y renunció a su cargo.
En el país, en tiempos de Miquilena, en 1999, un abogado caroreño fue designado Magistrado del TSJ. Pese a que se hizo la denuncia por falsificación de documentos, no pasó nada. Luego del golpe de estado, fue autor de la sentencia que exoneró a los militares. El 16 de junio de 2004, la Asamblea Nacional aprobó anular el acto de nombramiento por iniciativa de Luis Velásquez Alvaray. Coincidencialmente, luego se demostró que este diputado también plagió su título de Doctor, según testimonios publicado por el periodista J.R. Ramírez.
Conocido en el seno del gobierno el desprecio que algunos radicales manifiestan por la Academia, ¿De nuevo triunfará la corrupción política en la designación de algunos Magistrados del TSJ?