La peor crisis institucional vivida por Venezuela en los últimos 50 años, no debe continuar. Esa crisis fue creada, en primer lugar, por el gobierno, por el empeño de mantener en el poder a quien ya no puede gobernar, a quien no está en condiciones de atender los acuciantes problemas nacionales. Buen ejemplo les acaba de dar Benedicto XVI. Y en segundo lugar, esa crisis institucional la profundiza, cuando ha debido resolverla, la decisión del 9 de enero de este año de la Sala Constitucional del TSJ, absolutamente dirigida por el Ejecutivo Nacional y convenida, sin rubor, entre el gobierno y la señalada instancia judicial. Desde el 10 de enero, Venezuela no tiene gobierno legítimo, la ausencia del Presidente de la República y su posterior falta de juramentación para un nuevo período constitucional,dejó sin presidente al país. Nicolás Maduro no es nada, no es vicepresidente puesto que el gobierno en el cual fue designado y juramentado en ese cargo terminó el 10 de enero, ni es presidente porque al dejar de ser vicepresidente ya no está en el orden de la sucesión presidencial y por tanto no puede jurar para el cargo de presidente.Hemos estado este mes y medio, bajo un régimen de facto. Me pareció en un momento determinado que el asunto no tendría solución, salvo esperar un desenlace favorable o lamentable, de la salud presidencial. En Venezuela no hay instituciones a las cuales acudir. Ese es el drama más grande de esta tortuosa situación. El juego parece trancado. Sólo es posible la protesta, las declaraciones de prensa, insistir ante las instituciones para que quede constancia de los hechos y esperar el tiempo que Dios tenga establecido para el final de esta tragedia.El señor Maduro no sabe qué es gobernar, su gestión se limita al insulto, a la amenaza y al engaño. Devalúa la moneda y habla de ajuste, impone un paquete económico fraguado en Cuba que acaba con los ingresos de los venezolanos y Jaua dice que es para proteger “los dólares del pueblo”. Qué barbaridad. A los hermanos pemones del sur de la república Maduro les envía la Guardia Nacional porque es incapaz de dialogar y conversar con ellos ni con nadie y menos con los adversarios políticos, se repiten agresiones a periodistas y medios de comunicación y Maduro ni siquiera se entera, como tampoco se entera de la grave inseguridad personal que vivimos los venezolanos. Mientras tanto, de Chávez se sabe muy poco.
Sin embargo, de nuevo aparecen los estudiantes con su imaginación, su arrojo y su valentía, y encienden una luz de esperanza. Se fueron a protestar frente a la embajada de Cuba, desde donde se ha lanzado toda esta estrategia antivenezolana. Los estudiantes se encadenaron ante esa embajada exigiendo el regreso del Presidente de la República o una fe de vida o la declaratoria de falta absoluta del mandatario reelecto y la correspondiente convocatoria a nuevas elecciones presidenciales. Esta actitud estudiantil provoca contra ellos agresiones de la Guardia Nacional, amenazas de Maduro e insultos de todo el gobierno, pero también recibieron el respaldo de la sociedad venezolana, no sólo de diputados, dirigentes y partidos políticos de oposición, sino también de gremios, de artistas, de universidades, etc. El gobierno sintió que el asunto se le iba de las manos y decidió entregar una fotografía del Presidente con dos de sus hijas, montada en opinión de muchos, donde se le ve realmente en muy mal estado. Esa fotografía no calmó los ánimos estudiantiles, al contrario, exacerbó a toda la sociedad venezolana y al mundo entero. Nadie creyó en la famosa fotografía, el gobierno quedó peor, se enredó en sus propias mentiras. Para salvar la situación, el lunes muy temprano, de madrugada, a las 2:30 am, se anuncia que el Presidente llegó a Venezuela. Qué extraño, pero me alegra, ahora puede juramentarse y podemos tener un gobierno legítimo y dentro de la estricta constitucionalidad. Hasta el momento de escribir estas líneas, nadie lo ha visto, pero parece que sí, que llegó. Sí llegó, lo trajeron los poderosos estudiantes, gracias muchachos, han hecho labor de Patria. Ahora a pedir una junta médica, seria, responsable, con los mejores especialistas venezolanos, para que nos digan la verdad, porque el problema más grave que está viviendo este gobierno es su falta de credibilidad. Eso le pasa por haber mentido tanto.