En los regímenes totalitarios comunistas la sucesión en el poder (igual que en las antiguas monarquías) se decidía entre un pequeño grupo, los llamados círculos del poder, o la nomenclatura como se decía mediáticamente al referirse a la Unión Soviética y quienes allí mandaban.
Es en este círculo donde se decidía la sucesión y el cambio de gobierno, bien sea por fallecimiento o defenestramiento del titular, algo parecido a la lista de Schindler, solo para significar a los sobrevivientes de la nomenclatura en estas despiadadas confrontaciones políticas internas. Es lo que está sucediendo en Venezuela y las fotografías al respecto son elocuentes, teniendo como escenario principal La Habana, Cuba (por cierto el mismo escenario donde se desarrolla otro “diálogo” entre contendientes de guerra: las FARC y el Gobierno colombiano).
Los protagonistas geopolíticos fundamentales de esta situación no son venezolanos: es una triangulación del poder decisorio real representado por Washington, el imperio; Brasil, el otro imperio, y los hermanos Castro que no son imperio pero ejercen un eficaz coloniaje político e ideológico sobre los actuales gobernantes venezolanos. El factor desencadenante es la presunta gravedad del presidente venezolano y la presencia permanente en Cuba de un” “alto mando político” definido así por el propio sector oficialista, conformado por Maduro, Diosdado, y Rafael Ramírez.
En Caracas existen y se están configurando otros círculos, el más importante y rodeado de silencio, como siempre, es el sector militar y una vocería política mediática visible (un segundo círculo) integrada por Jorge Rodríguez, Aristóbulo Istúriz y Francisco Arias Cárdenas (la aparición de este último en la fotografía ha sorprendido a muchos). Otra especulación mediática, a mi juicio con fundamento, es que el vacío de poder real existente está posibilitando un ejercicio de identificación política e ideológica en el llamado “Chavismo sin Chávez”. Por un lado la izquierda comunista y la izquierda oportunista y por el otro la derecha endógena y la vieja derecha. Otra distinción que se tiende a hacer es identificar un ala civil y un ala militar en esta compleja e inevitable pugna por el poder que está en curso en el país.
Sin lugar a dudas se avecinan tiempos turbulentos y difíciles y de desenlace imprevisible. Siempre es así cuando se discute el poder. Ojalá se tenga la inteligencia política necesaria y el sentido común para que el diálogo prevalezca en todo momento y posibilite un proceso de transición pacífico e incluyente.
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