Su vida ha estado signada por el empeño de ir tras cada meta, una fórmula que después de varias décadas ha dado excelentes resultados. Hoy disfruta del reconocimiento internacional por ser el promotor de una prenda que lleva su sello.
Arcadio Díaz disfruta de una característica poco común: le atribuyen dos nacionalidades. Para algunos es venezolano y, para otros dominicano. La segunda es su real procedencia. El reconocido diseñador nació en Santiago, la segunda ciudad más importante de República Dominicana, donde descubrió que su pasión era la confección de prendas a la medida.
Pero lograr el sitial de honor que hoy se le concede, no fue tarea fácil. Arcadio Díaz fue el invitado al tradicional Desayuno – Foro de EL IMPULSO, donde rememoró gratos recuerdos de su vida, y también momentos que para muchos pudieran estar marcados por la nostalgia, pero él los recuerda con humor.
De niño conoció el trabajo
Proveniente de una familia humilde, su padre era un trabajador de la sindicatura de la ciudad y su madre, ama de casa dedicada a cuidar a sus ocho hijos. Arcadio conoció el trabajo cuando cualquier otro niño de su edad pasaba las tardes jugando.
A los siete años salió a la calle con una caja de limpiar botas para ganar algo de dinero lustrando zapatos. Su mamá, convencida que debía tener un oficio, lo llevó primero a una zapatería, donde apenas duró 15 días.
La siguiente opción fue buscar una sastrería, espacio que no encontraron a la primera visita porque había muchos jóvenes aprendiendo. La segunda puerta que tocaron le fue abierta, con la condición de que llevara su propia silla porque eran muchos los aprendices y no tenía dónde sentarse a aprender este oficio.
Así, las mañanas eran para ir a la escuela y las tardes a la sastrería donde para ese entonces le pagaban 25 centavos a la semana. Los fines de semana estaban destinados a limpiar zapatos y ganar un ingreso adicional.
Las horas de diversión en su niñez no fueron muchas, aunque admite que sacaba tiempo para compartir con sus hermanos algún juguete que les fuera entregado los 24 de diciembre dedicado al disfrute de todos. No había grandes regalos por cada hermano; apenas una pelota para los ocho.
Tampoco había armarios minados de prendas de vestir. “Yo andaba con un pantaloncito corto, los únicos que tenía (…) iba a la escuela y tenía una sola camisa que no podía sudar hasta llegar el viernes, porque era los sábados cuando mi mamá lavaba la ropa”, rememoró Arcadio Díaz, quien ahora, después de tantos años, goza el privilegio de tener muchas camisas hechas a su gusto y justa medida.
Aquel tiempo lo recuerda con humildad. Hasta los 15 años tuvo tres maestros de sastrería; fue Roberto Santos el más significativo y con quien aún conserva una bonita amistad.
A esa edad ya veía cómo sus amigos iban a fiestas luciendo pantalones y camisas hechas por él. Para ese entonces logró comprar tres máquinas de coser y alquilar un espacio en una esquina, que llamó Sastrería La Artística.
Ya Arcadio Díaz no andaba a pie. Se compró una moto y estudiaba de noche. A los 17 tuvo su primer carro y a los 18 se compró un auto deportivo que luego fue fundido por un amigo a quien se lo prestó.
“Ahí me quedé sin vida porque no tenía cómo llevar a las muchachas de fiesta y darle la cola al profesor del liceo (…) el mundo se me vino encima, porque yo obtenía varias cosas con el carro”, recuerda con la preocupación propia de la juventud que vivía.
El sueño era salir de casa
Con la mayoría de edad, le aseguró a su mamá que se iría para donde le dieran visa. Seguro de que el destino no sería Nueva York, consiguió un visado a Venezuela por siete días. Parecía poco tiempo, pero Arcadio Díaz supo sacarle provecho.
Fue en el año 1976 cuando se vino y se encontró con un viejo amigo en una posada en El Silencio, en Caracas. Allí rentó una pequeña pieza y salió a buscar trabajo. Al mes y medio tenía su segundo empleo y un registro de tres detenciones por estar sin documentación legal en el país.
Los siete días se convirtieron en meses, luego años. En 1979 leyó un aviso de prensa donde una empresa solicitaba un jefe de planta y control de calidad, en Barquisimeto. Se vino seguro de la decisión: pasó de ganar dos mil bolívares en Caracas a diez mil en esta ciudad, donde tuvo un segundo empleo hasta que decidió dejarlo todo e irse a la ciudad de Nueva York.
Se fue en 1980, sin conocer el idioma, pero con las intenciones de estudiar lo más importante en las noches. Se encontró con la camisería fina y luego con las prendas a la medida, que era lo que le gustaba. Regresó entonces con estudios en Diseño de modas, Planificación industrial y Control de calidad en textiles.
Al regresar a esta ciudad, el amigo con quien compartió en la posada de El Silencio, le prestó diez mil bolívares y así fue como alquiló su primer local, en la carrera 19. La historia comenzó a tomar nuevo rumbo y así tuvo sus primeros clientes que vestían a la medida, para luego acercarse a los ejecutivos de Radio Caracas Televisión Venevisión, quienes vestían sus prendas.
-Pero, ¿cuándo llega la guayabera a su vida?
-Hace 25 años. Hice mi debut en televisión, en el programa A puerta cerrada que para ese momento conducía Marieta Santana.
-¿Por qué tomó esta prenda como bandera?
-Porque se trata de una prenda muy caribeña, del trópico. En esa época se usaban colores como azul, blanco y beige, pero yo le busqué el colorido que quería para que dejara de ser esa prenda olvidada. Logré revolucionar el mercado con la guayabera, una prenda que es mi mayor orgullo.
-¿A dónde han viajado las guayaberas de Arcadio Díaz?
-A París, España, Colombia, Perú, Aruba, Japón, Santo Domingo. Ahora hay negociaciones para introducir la marca en Alemania.
-Importantes personalidades como Emilio Estefan, Chayanne y Marc Anthony, han tenido una guayabera de Arcadio Díaz. Pero también el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, ¿cómo fue ese encuentro?
– No fue planeado. Estaba en Santo Domingo y llegó a la tienda. Duró como media hora esperando que yo llegara, porque quería ser atendido por mí y conocerme. Se compró como ocho camisas (…) luego hace poco vi unas fotos de un desfile y él estaba con una de mis guayaberas. Esos son los mayores momentos de satisfacción.
Alma caribeña
Después de vivir en República Dominicana, Estados Unidos y Venezuela, Arcadio Díaz le atribuye connotaciones especiales a estas latitudes. “El inicio es lo más bonito que puede haber, el segundo paso es la constancia y ahora los logros me generan gran satisfacción”, dijo.
Lo verdaderamente innegable es su alma, contagiada por los colores del Caribe. Es por ello que además de la pasión que siente por su alta costura, disfruta de los sonidos de un buen merengue y la bachata que rápidamente lo invitan al baile.
Y es que Arcadio Díaz confesó que desde joven disfruta de las fiestas, aunque por estos días, sus ratos alejados del proceso de producción, lo acercan a la creatividad.
“Cuando no estoy trabajando, igual pienso en lo que voy a hacer. Así esté en una playa o un avión. Me da gran satisfacción ese sentimiento tan bonito por crear para que mis clientes se sientan a gusto y seguros de una buena prenda”.
Twitter foro
Nuestros lectores enviaron sus preguntas a través de @elimpulsocom.
-@YelitzaF89: ¿Una palabra que defina tus guayaberas?
-Siento que cada camisa que hago es una joya.
-@dani_navas: ¿Cuántas guayaberas tiene en su closet?
-Sinceramente no lo sé; trato de limpiarlo frecuentemente porque me canso.
-@anareyes78: ¿Cuál o cuáles son los colores que más buscan en su tienda?
-Los colores favoritos siguen siendo el blanco y el negro, sin embargo, el fucsia y azul han tenido excelente aceptación.
-@faby_45: A su modo de ver, ¿cómo visten los venezolanos?
-Creo que a los venezolanos les gusta llevar ropa cómoda, fresca, sentirse bien, pero sobre todo les gusta llamar la atención, verse y sentirse importante.
-@raniacardozo: ¿Cuáles son los eventos ideales para usar una guayabera?
-En cualquier evento excepto que sea de gala, por ejemplo para un día de playa o eventos al aire libre son perfectas.
Para una reunión de ejecutivos, creo que una mujer luce perfecta usando una camisa o un vestido guayabera. Igual, un ejecutivo con una guayabera de doble puño luce elegante y a la vez vanguardista.