#Opinión: Un siglo de buen hacer. Por: Ramón Guillermo Aveledo

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Un siglo de buen hacer
Ramón Guillermo Aveledo

A mis compañeros y a mis maestros lasallistas

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“Colegio de La Salle tan querido…” Así comienza el himno de la gran casa universal y barqusimetana donde estudié. Así quisiera cantar hoy en la distancia, y poder, por un rato aunque fuera, devolver el tiempo a aquellos días sencillos y felices. Cruzar su portón ancho y alto y entrar al patio abierto al Valle del Turbio, como lo hice cada mañana por años. Subir por la escalinata hasta la estatua de San José e ir entrando a las aulas con sus puertas y ventanas de madera para recordar a mis compañeros, a mis maestros, y aquellos episodios sin los cuales mi vida sería otra.
Antes de entrar en La Salle, cuando mis padres dilucidaron una divergencia acerca de lo que debía ser mi educación (con Machecha, Adelita ganó antes) estudié en el Venezuela original en la 18, que los primeros años fue muy bueno y exigente, fundado por el gran educador Juan Sequera Cardot y su esposa. Y en la otra punta, el bienio de Humanidades en el Lisandro me dio mucho y me enorgullece, pertenezco la Promoción Rafael Cadenas de 1967, nada menos, y siendo lisandrista asumí la militancia que nunca he abandonado. Pero sin olvidar ni dejar de agradecer lo recibido en esos planteles, me siento fundamentalmente lasallista porque en La Salle se forjó mi espíritu.
Sobre el colegio he escrito varias veces, y creo que escribiré muchas más. Tanto aprendí en ese espacio generoso. Tanto debo a lo allí recibido. Tanto que las palabras, que nunca me faltarán, jamás serán suficientes. Palabras dictadas por el afecto y por los buenos recuerdos, como por los maestros religiosos o seglares, las lecciones, las lecturas y la formación más allá del aula, en el deporte y la música, en el apostolado y la acción social.
En el colegio nacieron amistades para toda la vida. Algunas, inclusive, no son de esas que frecuento por causas de distancia y ocupación, pero tan pronto nos encontramos o tenemos noticias unos de otros, los lazos se refrescan con natural facilidad.
El de Barquisimeto es el primer Colegio La Salle de Venezuela. Fue establecido en 1913 gracias a la iniciativa de un grupo de padres de familia para que la congregación de origen francés de los Hermanos de las Escuelas Cristianas se estableciera en la ciudad, con el apoyo de Monseñor Aguedo Felipe Alvarado, prelado bobareño cuya fecunda obra tiene dimensión histórica en nuestra región. La congregación había sido fundada en 1680 por Juan Bautista De La Salle, quien desempeñando el prestigioso encargo de canónigo de la Catedral de Reims, optó por dedicar su vida a la educación de la juventud, a “la formación armónica del hombre”, lo cual debe leerse en clave de humanidad y no de género. La Salle fue abierto como un instituto exclusivamente masculino, y desde 1966 recibió también mujeres. Guardo la queja de que ese cambio tan importante ocurriera precisamente al año siguiente de mi partida al liceo.
Venezuela fue el décimo país latinoamericano en recibir a los Hermanos. El primero fue Ecuador en 1863 y segundo Chile, en 1877. En el mismo Siglo XIX, después vinieron Argentina y Colombia. Y ya en el XX, antes que abriera el colegio barquisimetano, se establecieron en Nicaragua, Panamá, Cuba, México y Brasil. Hoy, la obra de los Hermanos de las Escuelas Cristianas se hace sentir en toda la región y está presente en los cinco continentes.
No todo fue bienvenida a la llegada del nuevo plantel educativo. En el periódico local Gil-Blas, el 22 de febrero un artículo expresaba su desacuerdo, “…debido a que en esas escuelas se forman los niños en una atmósfera beatífica, sino fanática y conservadora: que cuando hombres vienen a ser elementos falsos e hipócritas.”
Ha pasado un siglo de buen hacer de La Salle de Barquisimeto. En cien años, se ha demostrado que no tenían base cierta los temores del autor. El fanatismo es ajeno al espíritu lasallista, que es más bien tolerante y respetuoso, si algo se aprende con los Hermanos es a desarrollar una conciencia social. Y de haber algún egresado “falso e hipócrita” que no lo dudo, será por naturaleza propia y a pesar de las nobles enseñanzas recibidas en ese “Colegio de La Salle tan querido”.

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