La ciudad como tema
En la literatura y en la práctica de la planificación urbana abundan los llamados a la participación ciudadana. Así, se afirma del derecho a la ciudad y que la ciudad somos todos, pero, a pesar de todo eso, la participación suele ser escasa o casi inexistente. Veamos algunas razones:
1. No hay hábitos de participación: la tradición autoritarista nos ha acostumbrado a que otros decidan por nosotros, aun si las decisiones que otros toman nos afectan gravemente. Participar implica tomarse algunas molestias, tolerar insultos y hasta amenazas, y eso es un sacrificio que pocos están dispuestos a hacer aun si las cosas en juego son importantísimas. Ya lo hemos visto: es común que los días de elecciones nacionales las playas estén abarrotadas.
2. Las complejidades técnicas: una ciudad es una organización sumamente complicada y nadie tiene la capacidad de entenderla en todas sus dimensiones. De hecho, los equipos de planificación están integrados por profesionales de los más diversos saberes y aun así disienten entre ellos y se equivocan. Entendamos entonces que muchos ciudadanos se eximan de participar por un simple “yo no sé nada de eso.
3. Una visión de la ciudad centrada en lo particular: Es consecuencia de lo anterior, el ciudadano común, cuando se atreve, reclamará por cosas particulares: el bombillo en la calle o la reparación de sus huecos. Aun así, cuando no se entiende lo macro, bienvenido sea lo micro, pues siempre es un comienzo.
4. Un horizonte temporal muy corto: El ritmo al que ocurren las cosas en el ámbito de lo público es mucho más lento que en el privado y eso desanima la participación al no ver resultados inmediatos. En Agua Viva, desde donde escribo, se reclama desde hace años la canalización de la quebrada El Tomo pero de ella solo se ha concretado el tramo que pasa frente una urbanización privada, en construcción, la cual, obviamente, se mueve a otro ritmo.
5. La falta de tiempo disponible: El citadino tiene tantas cosas que hacer que no puede con una más. Además de ir a reuniones, tiene que leer para enterarse de que se trata y pensar para escribir una propuesta, y todo eso implica tiempo. Con frecuencia, a las reuniones de participación asisten amas de casa, jubilados que disponen de tiempo, líderes comunitarios y líderes sociales de base.
6. La falta de solidaridad: Está afectada por la pertenencia a una clase social. Hay cosas que los pobres no pueden resolver individualmente, necesitan del grupo, de la presión del número para lograr algo. En cambio, los individuos de la clase media y alta está acostumbrada a resolver por sí mismos, sin dar ni esperar ayuda. En las ciudades del mundo desarrollado las clases medias y altas, si algo no les gusta, pues se mudan y ya. Los pobres, en cambio, están anclados a un espacio y una de las pocas opciones que tienen es la de hacer presión por el entorno, no huir de él.
7. La falta de una visión común: Lo que para unos es un problema para otros no lo es. Y aun si el problema es aceptado colectivamente, las soluciones no lo son y no faltará quien diga que no sigue participando porque no le hacen caso.
8. El temor a hacerse visible: en muchos asuntos colectivos la gente prefiere pasar agachada. Con frecuencia, tras una reunión de condominio alguien señala lo que a su juicio ha debido decidirse, pero lo dice después y solo entre amigos. Tal vez su idea era estupenda, pero no tuvo el valor de presentarla para que se discutiera.
9. El saboteo institucional a la participación: algo que las autoridades locales hacen a veces. La participación requiere de una organización con capacidad para responder, así sea con un simple acuse de recibo, las propuestas que se le entregan. Y esto para no hablar de los conflictos que se pueden armar con grupos con intereses encontrados con las autoridades locales, a veces por el simple propósito de hacer oposición y otras veces porque tienen reclamos a la municipalidad. A los ojos de muchas autoridades, mejor es que la gente no se informe y no opine. Así ocurrió inicialmente con la apertura formal del periodo de participación del PDUL de Palavecino. Las autoridades publicaron las ordenanzas pero se negaban a entregar los planos que relacionaban esas ordenanzas con una ubicación especial especifica, una información esencial para darle significado a las ordenanzas. Finalmente, tras insistencia de mucha gente, aceptaron entregar los planos al público. Esto demuestra temor a la participación porque con ella puede ponerse en duda la honestidad o la capacidad técnica de las autoridades.
Pero aun con todos estos inconvenientes, no hay dudas de que la participación sigue avanzando.