Llegó la hora de sanciones más severas por dopaje en las Grandes Ligas

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El agradable rato que se disfrutó en las vacaciones, los anhelos que se tienen para la próxima temporada y los ajustes en mecánicas de bateo y lanzamientos.

Todo eso forma de los ritos de la primavera en el béisbol de Grandes Ligas, pero hay uno nuevo que se ha vuelto muy popular: rendir explicaciones, desmentir o declinar de plano el consumo de sustancias dopantes.
Así estamos en 2013, acostumbrados por inercia a los escándalos de esta índole.

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El más reciente concierne a Biogenesis of America, una clínica de Miami que se dedicaba a ofrecer tratamientos para combatir el envejecimiento. Una investigación del diario alternativo Miami New Times reveló que el nombre Alex Rodríguez aparece en los archivos de la hoy cerrada clínica como comprador de sustancias para mejorar el rendimiento. El mismo A-Rod que confesó que se dopó cuando jugaba en Texas, pero que jura que aprendió la lección y ahora es un pelotero pulcro.

Bajo sospecha, otra vez, está Ryan Braun. El Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 2011 y que por un tecnicismo legal logró salvarse de una suspensión de 50 juegos por elevados niveles de testosterona en un control efectuado durante los playoffs de ese año. Braun insistió que su vínculo a Biogenesis obedeció nada más a recibir la ayuda legal del dueño de la clínica, Anthony Bosch, como experto para el recurso de apelación que le permitió revocar la sanción.

Melky Cabrera, Gio González, Nelson Cruz, Jhonny Peralta, Yasmani Grandal, Francisco Cervelli, Danny Valencia. Todos esos nombres han sido vinculados, de diversas formas, dentro del escándalo.

Casi todos han optado por no referirse al tema por recomendación de sus abogados, aunque advierten que cooperan con las investigaciones.
El venezolano Cervelli, receptor de los Yanquis de Nueva York, ha sido quien más a fondo habló sobre la clínica al recalcar que nunca ha utilizado sustancias prohibidas por las mayores.

«Consulté con médicos, con gente, y alguien me recomendó Biogenesis», relató Cervelli el miércoles antes del primer entrenamiento de pitchers y catchers en la pretemporada de Nueva York. «Fui allí para una consulta, y eso fue todo. No hice nada. No (hubo terapia). Sólo fui allí, hablamos, y eso fue todo».

«Ahora me doy cuenta que quizás fue un error ir allí, pero ya sucedió», añadió. «Así que, ¿qué puedo hacer?».

Tal vez lo que se deba hacer es endurecer las sanciones que se imponen en Grandes Ligas.

No basta que los jerarcas en la oficina del comisionado se vanaglorien diciendo que el béisbol es el deporte profesional de Estados Unidos que cuenta con la política más rigurosa en cuanto a controles antidopaje, que a partir de este año incorporan análisis al azar para detectar la hormona de crecimiento humano durante el curso de la temporada.

Según la normativa vigente, un primer positivo acarrea una suspensión de 50 juegos, el segundo significa 100 partidos y el tercero provoca una castigo de por vida.

Pero se hace obvio que estas medidas punitivas no infunden temor, que se deben seguir los lineamientos del Código Mundial de Antidopaje e imponer dos años automáticos de suspensión ante la primera infracción. Otros mencionan la posibilidad de un castigo más draconiano, con una suspensión de por vida ante la primera falta.

El retirado tolero Fred McGriff opinó recientemente que el dinero de por medio en los contratos es jugoso y que perderse 50 juegos «no es nada».
«Sales a decir que estás arrepentido y todo sigue igual», dijo McGriff al diario USA Today.

Un ejemplo lo ofrece Melky Cabrera. En 2010, a lo sumo, era un jugador del montón dentro de los Bravos de Atlanta, criticado por estar subido de peso. Tras una temporada con promedio de bateo de .255, slugging de .354 y cuatro jonrones, el jardinero dominicano fue dejado en libertad.

En la siguiente campaña, tras firmar un modesto contrato de 1,25 millones de dólares por un año con los Reales de Kansas City, Cabrera fijó récords personales en las tres categorías ofensivas tradicionales (.305), jonrones (18) y carreras impulsadas (87). Pero los Reales decidieron traspasarlo a San Francisco a cambio del abridor Jonathan Sánchez.

Al umbral de declararse agente libre, Cabrera disfrutaba de un 2012 de ensueño como el Más Valioso del Juego de Estrellas. Era el líder de bateo de la Liga Nacional (.346). Pero el momento esplendoroso se esfumó de manera abrupta cuando fue suspendido 50 juegos tras dar positivo por elevados niveles de testosterona.

Cabrera renunció al título de bateo. También destrozó la posibilidad de un contrato multianual, tal vez rozando los 100 millones de dólares.

Poco después de purgar la sanción, aceptó una oferta de 16 millones de dólares y dos años por parte de los Azulejos de Toronto. Nada mal si se considera que su salario previo fue de 6 millones de dólares y que la suspensión le costó 1,6 millones.

Para aplicar sanciones más severas se requiere del respaldo de la asociación de jugadores.

Y parece que sus afiliados empiezan a entender que la actual situación es insostenible.

«Si Grandes Ligas quieren endurecer las sanciones, no creo que los peloteros se opondrán mientras sea algo razonable y que los controles sigan siendo fiables», dijo el toletero dominicano de los Azulejos, José Bautista, al portal FoxSports.com.

«Los jugadores no se opondrán a tratar de limpiar el béisbol. Todos quieren que el béisbol esté limpio. Todo el mundo quiere igualdad de condiciones.

La mayoría de los jugadores son partidarios de eso, de eso estoy bastante seguro. No puedo hablar por todos, pero mi percepción es que la mayoría lo apoya, incluyéndome».

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