Capitalismo Lunar
El Papa en su laberinto
Alexei Guerra Sotillo
Cuando no terminábamos de apreciar, calificar y recoger las serpentinas y el papelillo lanzados por la comparsa gubernamental “Mira cómo devalúo”, que cadenciosamente salió a recorrer las calles y titulares del país empezandito el Carnaval, en práctica y cuidadosa estrategia y desmovilizado momento de su anuncio, otra noticia cayó en medio de la acostumbrada evasión y abulia carnestolenda concentrada en playa, disfraces o descanso, generando un movimiento telúrico y despertando un interés inmediato. El Papa Benedicto XVI anunció su renuncia al cargo de Sumo Pontifice y máximo líder de la Iglesia Católica. El Papa afirmó textualmente lo siguiente: «Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando». (El Nacional, 11-02-2013).
El sorpresivo anuncio, efectuado en latín durante una rutinaria reunión de prelados en el Vaticano, ha dado inicio no sólo a los mecanismos que el Derecho Canónico y las formalidades eclesiásticas establecen para la elección de un nuevo jerarca del Catolicismo, sino también a la habitual lluvia de rumores, lecturas y elucubraciones sobre las verdaderas razones del Cardenal Ratzinger para renunciar a esa máxima jefatura religiosa.
Con casi 86 años, pareciera natural y lógico su argumento del cansancio físico, de la pérdida de facultades o lucidez, o de la menguada capacidad para soportar un ritmo de trabajo y sobre todo de afrontar la dura presión ante decisiones que, innegablemente, deben tomarse para abordar no solo las circunstancias naturales de la Iglesia Católica en el planeta, sino aquellas que significan una amenaza para ella. Escándalos recientes como las andanzas de Paolo Gabrielle, ex mayordomo del Papa y quien fue procesado por robar documentos confidenciales del Vaticano que incluso han sido publicadas en un libro (El Papa indultó al susodicho, dicho sea de paso), o las denuncias en diversos puntos del mundo a prelados de la Iglesia Católica por casos de abuso sexual de menores, constituyen parte de los síntomas de los problemas que le ha tocado enfrentar a la Iglesia Católica, sin la firmeza, contundencia o celeridad que los fieles y creyentes de su doctrina desearían y esperan.
Más allá de la evaluación o interpretación que cada quien pueda hacer justamente de los retos que enfrenta hoy el Catolicismo, es innegable que el mundo transita hoy por caminos convulsos e inciertos donde abunda el pesimismo, la pérdida de fe, el materialismo, la superficialidad, el culto a la imagen y conductas que irrespetan la condición humana, caminos en los cuales la espiritualidad como esa necesidad de conciencia y vínculo de nuestra alma y nuestro ser interior con Dios, no son lamentablemente, la norma.Como para agregarle mayor simbolismo y dramatismo y atizar la llama de la incertidumbre, un rayo cayó sobre la cúpula de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, luego de la renuncia Papal.
El humo blanco que anunciará al nuevo Papa, se convertirá así en la primera prueba que debe a partir de ahora sortear la Iglesia Católica. La necesidad de cambio y renovación emergen como imperativos en un mundo cuya complejidad abarca hoy tópicos diversos sobre los cuales La Iglesia mantiene quizá posturas demasiado conservadoras que le impiden una mayor cercanía sobre todo con los jóvenes, la generación llamada a mantener la fe renovada en el mensaje del Evangelio.
Serán duros los días por venir no sólo para la Iglesia Católica. El Papa Benedicto XVI debe conducir la transición. Y la elección de un nuevo Papa, es hoy más que nunca crucial porque puede significar o la consolidación, avance y fortalecimiento de un espíritu de cambio y renovación del mensaje de fe de la Iglesia Católica, o la profundización de su debilidad, el riesgo de su derrumbe al no poder conectarse con las necesidades de la gente.
La Iglesia, Estado y tradición de siglos, es también un Poder. Y como todo Poder, puede apuntalar las victorias, o hacer inevitable las derrotas, si no se sabe administrar. Por allá, lejos, a miles de kilómetros de distancia, hay un hombre sufriendo, cansado, y de seguro rezando, en comunión con Dios. Pocas veces como esta podemos presentir la presencia, de un Papa en su laberinto.
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