Se impone la gorra
Yo tengo tiempo que no entro a un cuartel. Al primero que entré fue al de Urica, en el Tocuyo, estado Lara, donde funcionaba el comando antiguerrillero “Corpahuaico”. Allí fui a visitar a mi padre que había sido sentenciado a 16 años de prisión por haber liberado de la cárcel de Trujillo a Fabricio Ojeda y haberse levantado en armas contra los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. Mi papá se llama Patricio Valero Pérez, el próximo mes cumple 95 años de edad, fue jefe militar del puesto de baterías antiaéreas instaladas en el oriente del país en la época de la segunda guerra mundial. De él aprendí que los militares están formados para defender la integridad de la patria, no para gobernarla.
Muchos años después, asistí a una reunión con miembros del alto mando militar, para analizar el tratamiento de la prensa en las operaciones de los comandos fronterizos, llamados Teatro de Operaciones. Allí se plantearon las fortalezas y las debilidades de los militares en sus cuarteles. Propuse incorporar la cámara de televisión a las operaciones militares, para agregarle soporte visual a la acción y al informe militar. Creo que eso los ha ayudado mucho como soporte de la acción militar que han de cumplir. Les confieso que en esa oportunidad me sentí incomodo, porque desde joven he visto al mundo militar con recelos; no sé si esa es la palabra, pero a veces pienso que tal vez es que uno no quiere conocer ni sus secretos. Sin embargo; a los venezolanos nos encanta una gorra, así sea de béisbol o de bombero.
Años más tarde asistí a una invitación de Saddam Hussein en Bagdad. Allí observé el control militar total de un país como un cuartel. El conductor del vehículo que me acompañaba para cumplir con algunas visitas era un Mayor del ejército iraquí y me explicaba el control militar de la revolución islámica: “el pueblo sabe que cada paso está medido y vigilado y nosotros entendemos que la ciudad, el país, forman parte de nuestro cuartel. Nada se toca, nada se mira, sin la previa autorización. La disciplina del cuartel se transfiere a la disciplina del país. Permiso para tal cosa, permiso para moverme, permiso para ir, permiso para venir”. Allí estaba el control total.
A los pocos meses viajé a Panamá. El General Manuel Antonio Noriega, mandaba en el país a sus anchas y les entregó a sus compañeros de armas el control económico del país, tanto de la banca como de las principales empresas del estado, entre ellas el Canal de Panamá. Para la Guardia Nacional (el componente militar de allá) el control era todo o nada. Había una oposición política abierta, pero sumisa o doblegada por el capital financiero manejado por el propio General Noriega, lo que le permitía alimentar el populismo y el sostenimiento del poder político y militar. Al cruzar la última calle de la ciudad de Panamá, estaba el Comando Sur del ejército de los Estados Unidos y allí observé el poderío gringo y la mira por donde apuntaban al General Noriega. Habían entrado en juego los intereses económicos. El control total tampoco tuvo éxito.
El caso venezolano es sui géneris. El gobierno de Hugo Chávez se logra por una elección popular, pero busca encontrar sus raíces en el golpe militar y en convertir a las fuerzas armadas en deliberantes y propulsoras de la acción política. Para el chavismo las fuerzas armadas es el propio pueblo, piensa que no hay distinción. La gorra militar venezolana podría convertirse en la gorra tricolor que utilizan los políticos y entonces estaríamos hablando de la militarización del país o de la civilidad de los militares, no sabemos aún cuál de las dos cosas será. Hoy pienso en mi madre, quien hace más de un mes falleció en Boconó a los 95 años de edad. Doña Ángela de Valero, decía: “la mejor conquista del hombre es la libertad”. Por ella debemos luchar.