La muerte de Juan Carlos Hernández Márquez, ocasionada por un tiro en el cuello, ocurrió en una calle del barrio Yacambú, de Sanare, municipio Andrés Eloy Blanco, cuando presumiblemente elementos de la reserva dispararon fusiles contra un grupo de civiles que estaban tomando y animándose con música a alto volumen.
No se encontraban frente al campamento militar, ni mucho menos hostilizaban a los militares, dijo el padre de la víctima, Juan Hernández, cuando en compañía de otros parientes esperaba la entrega del cadáver en las inmediaciones de la morgue del hospital central universitario Antonio María Pineda.
El joven, de 20 años de edad, estudiante y el único varón del mencionado ciudadano, formaba parte de un grupo de nueve personas que andaban en tres vehículos y decidieron pasar un rato tomando y oyendo música la noche del domingo en la capital del municipio Andrés Eloy Blanco.
Hernández, quien después de ser padre de cuatro hembras tuvo al muchacho, dijo que él se encontraba en el campo y, aunque el suceso ocurrió a las 11:30 de la noche, se enteró a las dos de la madrugada del lunes, cuando fue notificado por su hermano Felipe.
“Yo trabajo como chofer de un camión en la obra Yacambú-Quíbor y puedo afirmar que mi hijo era un joven sano, que se divertía sanamente, y no estaba molestando a los efectivos o reservistas del campamento que está ubicado a más de un kilómetro donde se produjo el hecho”.
Los uniformados dispararon con fusiles y en la calle quedaron las conchas de los proyectiles, las cuales fueron colectadas poco después, aunque algunas quedaron tiradas en la vía.
Uno de los parientes de la víctima mostró la foto que tomó con su celular a una de las conchas de los proyectiles.
“Queremos que se haga justicia, porque los militares, sean activos o reservistas, no pueden estar utilizando ese tipo de armas contra los civiles”.
Manifestó que hay un gran hermetismo en los organismos oficiales, pero se trata de un crimen perpetrado a sangre fría, porque no se estaba cometiendo ningún delito cuando se produjeron los disparos que tienen largo alcance.
Por otra parte, parientes del joven asesinado manifestaron que existe en Sanare gran preocupación por la violencia, ya que las personas salen y regresan asustadas, porque la violencia se ha tornado rutinaria y cualquier sujeto anda armado.
Ahora ocurre lo peor: hay gente uniformada por todas partes y el temor es mayor porque disparan sin contemplación.