#opinion: Eterna juventud. Eterno consumo (1/3). por: Pedro Rodríguez Rojas

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Pensar
Eterna juventud. Eterno consumo (1/3)

Pedro Rodríguez Rojas
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En la Cultura posmoderna: se genera un fenómeno particular con los adolescentes en la medida en que la posmodernidad propone a la adolescencia como modelo social, y a partir de esto se «adolescentiza» a la sociedad misma. En la modernidad: se aspiraba a ser adulto, aun cuando se tuviera nostalgia de la niñez. (…) tardíamente apareció en la escena también el adolescente, los medios de comunicación los consideran un público importante, las empresas saben que son un mercado de peso y generan toda clase de productos para ellos, aparece socialmente un modelo adolescente. (Obiols, Guillermo A. y Silvia Di Segni .2008)
El adulto deja de existir como modelo físico, se trata de ser adolescente mientras se pueda y después, viejo. Y a los niños se les presiona a crecer, a abortar su necesaria etapa de niñez, convertirse en adolecentes en potencia. Para una parte de la opinión pública la actitud de los padres no debe ser ya la de enseñar, de transmitir experiencia sino por el contrario la de aprender una especie de sabiduría innata que ellos poseerían y, sobre todo, el secreto de la eterna juventud. Se persigue alargar los atributos de la adolescencia: joven, hermoso, ágil, fresco, sin complicaciones, libre y cambiante, todo el tiempo que se pueda.
Para Elsys Rojas (2007) los signos de desesperanza, carencia de sueños, pocos espacios comunicativos, cultura heterogénea y valores sin fundamento como el hedonismo, el egoísmo, el ecologismo, el pacifismo y la ausencia de sentido, se posesionaron del alma de nuestras jóvenes generaciones quienes le rinden culto sin ambages. El niño, la niña, el adolescente, el joven se alienan cada vez más. Transformados en autómatas consumistas por una sociedad adulta dedicada a la superficialidad y al materialismo, invierten su tiempo y energía en lo efímero y superficial. Deambulan como zombies por los centros comerciales, se aburren de la lectura y de cualquier esfuerzo intelectual. Consumen horas y días interminables relacionándose con las máquinas, llámense televisión, celulares, computadoras; sustituyendo así las relaciones humanas signadas por el amor y el altruismo, la alegría y la solidaridad.
El alargamiento de la juventud, por utilizar la afortunada expresión de Cavalli y Galland (1993). El incremento del tiempo que dedican los jóvenes a la formación, la prolongada permanencia en la casa familiar con el consiguiente retraso en la formación de nuevos hogares, la demora en la incorporación definitiva al mundo laboral y, en fin, las mayores posibilidades que esta combinación de circunstancias confiere a los jóvenes en el ocio y el consumo están marcando indefectiblemente la experiencia de las nuevas generaciones. ( Morán y Benedicto Millán. 2008)
Juan Ignacio Pontón afirma que los medios modernos han debilitado en los jóvenes la capacidad de asombro. Asevera que la propaganda moderna no se dirige a la razón, sino a la emoción como todas las formas de sugestión hipnótica, procura influir emocionalmente sobre los sujetos, para someterlos luego también desde el punto de vista intelectual.
Ser viejo a su vez es una especie de vergüenza, una muestra del fracaso ante el paso inexorable del tiempo. El diagnóstico es aterrador: pérdida del valor de la ancianidad. Sea por la sacralización de la sexualidad, el menosprecio de la historia, o las transformaciones familiares, el adulto mayor ha sido relegado al inframundo de la pirámide social. En el momento en que el cronómetro sustituyó a la brújula, la ancianidad perdió su sentido. Los ancianos no corren. El poder educador del abuelo, la sabiduría acumulada, el consejo de vida, la conciencia del pasado, la ecuanimidad son valores de la vejez que se menosprecian en una civilización de la velocidad. En una sociedad que sólo mira hacia adelante, la vejez se traduce en la etapa en que «la vida se vuelve más necesaria y menos casual: la ruta es de una sola dirección».Héctor Zagal http://istmo.mx/2007/07/la_vejez_posmoderna_una_carcel/
Morán y Benedicto Millán (2008) abordan el individualismo y hedonismo de los jóvenes actuales y su alejamiento y despreocupación por lo político social, como habían sido en las décadas anteriores, cuando fueron el icono de la transformación social:
De la imagen de la juventud contestataria y comprometida, que ha seguido funcionando durante todos estos años como una especie de paraíso perdido, hemos pasado en este inicio del siglo XXI a la del joven exclusivamente preocupado por sus necesidades e intereses individuales, indiferente por lo que acontece en la esfera de los asuntos colectivos, y cuya integración social se produce básicamente a través del ocio y el consumo. Unos jóvenes ausentes la mayor parte del tiempo del espacio público, y que sólo de vez en cuando irrumpen en él de manera caótica, imprevisible y efímera. (p.154) Continuará…

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