Debo confesar que soy asiduo oyente de los cantantes Alberto Beltrán, Carlos Argentino, Bienvenido Granda, Celia Cruz, Leo Marini, Celio González, entre otros que tuvieron la dicha de grabar con la orquesta cubana la Sonora Matancera, fundada en Matanzas en 1924, con el nombre de La Tuna Liberal.
Aparte de deleitarme de estas exquisitas voces, me extasío oyendo el dúo de trompetas conformado por Calixto Leicea Castillo (primera trompeta) y Pedro Night Caraballo (segunda trompeta), considerados como los más relevantes en la historia de los conjuntos cubanos, al instante se me viene a la mente los gratos recuerdos que nos dejaron Los morochos de Lino Gutiérrez, dos trompetistas de oro que nacieron en la ciudad de Porlamar y que eran nietos del músico y compositor Lino Gutiérrez, quien nació en el sector El Poblado de Porlamar un 26 de octubre de 1876, hijo del músico Galo León nativo de Santa Ana del Norte.
Por muchos años vivieron estos ilustres músicos en la calle Zamora entre la Mariño y Arismendi. Fueron hombres modestos, sencillos y de gran sensibilidad humana, llevando sobre todo ese don artístico que lo hicieron distinguir entre quienes los conocimos y admiramos por su maestría musical. Los morochos de Lino, como cariñosamente le decíamos, fueron dos virtuosos de la trompeta, tenían un dominio extraordinario en tan exigente y difícil instrumento.
Los sueños, ilusiones y ambiciones del juglar violinista Lino Gutiérrez, tuvieron su recompensa en Israel y Lino, ellos nos llenaron de gloria, su magistral ejecución fue digna del reconocimiento de todos, tanto en el oriente del país como en su lar natío. Israel fue trompetista por muchos años de la Selección Rio Caribe, donde hizo gala de su dominio artístico con firmeza y luz. En cambio su hermano, de quien decían los críticos, era superior, se quedó en la tierra que lo vio nacer y aquí desarrolló todas sus virtudes, sabidurías, destrezas y habilidades con su trompeta.
En las fiestas patronales de la Virgen del Valle formaban un show en el Bar La Gloria, aquello era un espectáculo único, maravilloso lo que nos brindaban este par de músicos, jugaban con el instrumento, sus floreos, dúos, arreglos, adornos y todo lo que se puede hacer con la trompeta, lo hacían magistralmente los morochos de Lino. Sin lugar a dudas, que ellos quedaron sembrados en el corazón del pueblo neoespartano y hoy surgen como un Patrimonio Cultural de la Margarita que nos va sin darnos cuenta.
Por esa razón, me hago eco para que se le rinda un homenaje póstumo a estos artistas, y propongo que la Alcaldía de Mariño construya una plaza donde los epónimos de la misma sean el Maestro Don Lino Gutiérrez y su dos nietos Israel y Lino, como un singular aporte a la cultura neoespartana. Es por ello, que exhorto al ciudadano Alfredo Díaz, alcalde de Mariño, a que haga honor a su acertado slogan: Porlamar de mis amores, ya que con obras de esta índole, resaltamos nuestros valores culturales y a la vez demostramos el amor que sentimos por nuestros pueblos.
#Opinión: “Los morochos de Lino” Por: Juan Larez Marcano
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