Planteamientos
El término alude, en sus orígenes, a la naturaleza de los regímenes históricamente asociados con el totalitarismo que en la primera mitad del siglo pasado encarnaron el nazismo, el fascismo y el socialismo soviético. Una manera de diferenciarlos por su condición y sus rasgos dictatoriales y represivos, de la democracia que con tanto ahínco y con tanta devoción, se defendía y se defiende en los círculos académicos, al margen de que en momentos de inestabilidad y, por otras razones, geopolíticas, gobiernos de este último talante no vacilen en actuar como los primeros.
Además del mérito de colocar en el tapete importantes interrogantes acerca de esos sistemas políticos que ensombrecieron el mundo, Zira Box, en su “Ensayo sobre las tesis de la religión política”, se refiere al estatuto de religión que adquieren las nuevas formas de dominación en la actualidad, con lo cual traspasa el umbral de los límites que separaban a la religión de la política.
¿Es posible que en Venezuela estemos viviendo la sacralización de la política?
En los últimos años, el régimen político ha ido adquiriendo progresivamente carácter cuasireligioso. El propio acto televisivo en el cual el presidente Chávez hizo el anuncio de la gravedad de la reaparición de su enfermedad, de la adversidad que debía enfrentar, de la posibilidad de sobrevivir, del riesgo de una operación compleja, además, de empuñar la réplica de la espada de Bolívar y entregarla como quien entrega el cetro del poder a quien designa como su heredero y sucesor, deja muy pocas dudas en cuanto a la simbología, especie de liturgia de tipo religioso, con la cual se revistió dicho acto, transmitido en cadena nacional en un horario estelar el día de la Inmaculada Concepción.
Para quienes consideren que en la sociedad venezolana el liderazgo civil siempre ha estado diferenciado de lo religioso, es posible que tal afirmación corresponda a otra época, cuando la relación Gobierno-Iglesia se sostuvo con bajos niveles de conflicto, en tanto formaba parte del denominado “acuerdo de conciliación de élites”, refrendado por el denominado Pacto de Punto Fijo, mediante el cual se mantuvieron en el poder durante cuatro décadas. Hoy se vive otra época y se produjo un cambio radical en esa relación, a tal punto que hay una clara identificación de muchos representantes del clero con la oposición política al gobierno del presidente Chávez. Para muchos sectores, la foto del Padre Ugalde levantándole la mano a Pedro Carmona Estanga es un testimonio gráfico incuestionable y, así lo expresan.
Ese proceso de sacralización de la política avanza desde hace rato con el concurso de la permanencia en el poder del primer mandatario, legal y legítimamente electo y algunos rasgos de la propia estrategia que ha utilizado para ello, por un lado; y, por el otro, el apoyo que le brinda el liderazgo opositor, según la manera de entender y hacer la política.
La identificación de Chávez con la figura del caudillo y su condición de militar, además de su indiscutible carisma y los triunfos electorales que ha logrado, le confieren cierta imagen mesiánica en el país e internacionalmente.
En momentos calve de la historia política nacional, Chávez ha sabido vincular el componente religioso a su estrategia comunicacional. Lo hizo luego de su retorno al poder, superado el golpe de abril de 2002, y a partir de ese momento no ha faltado en su práctica discursiva. La reciente elección presidencial fue una clara demostración del carácter religioso que se le imprimió a la campaña mediante la “explotación” acertada del nexo afectivo y emocional que habla de la conexión de Chávez con un sector importante, mayoritario, del pueblo.
Quienes están deseando la desaparición física del presidente, pensando que por esa vía el triunfo del candidato opositor está garantizado y lo dan como un hecho, les convendría imaginar, en una acto de contrición, el impacto que tal suceso tendría en la vida del país, como expresión de la sacralización de la política.
