Para recordar: “…David le tocaba el arpa, y Saúl se sentía aliviado y mejor, y el mal espíritu se apartaba de él.” (1Samuel 16:23)
Hace poco nos reencontrarnos con el psicólogo Alexis Saer Arriaga. Ambos fuimos intérpretes acompañantes de Los Niños Cantores de Lara. Alexis tocaba el cuatro y quien escribe, en algunas ocasiones, era pianista acompañante (suplente), sustituyendo a la profesora Vilma Sánchez.
En aquella entonces, nos dirigía la profesora Carmen Alvarado, quien contaba con el apoyo de numerosos representantes, entre ellos, mi tía, la docente y comerciante Maridol Tampoa, viuda de Ledezma; y su hija, mi prima, la licenciada en Música, Joselín Ledezma Tampoa, egresada del Iudem, Instituto Universitario de Música, hoy Unearte y a su corta edad, se destacaba en las voces como jefe de fila, solista, y hasta tocaba el piano.
El reencuentro con Alexis, se produjo cuando quien les escribe desde hace años, quiso ser compositor (ingenuo); la palabra ingenuo, se debe a que disponemos variados estudios musicales, más no de composición.
Un día, quise componer algunas piezas populares y otras de carácter religioso, pero por sentir que Dios me regresó la voz, junto al arduo trabajo de médicos y terapistas del Ipas-me, por dolencia en mis cuerdas vocales, me dediqué a componer primariamente dicha música religiosa.
Gracias a mi sobrino Hernán Josué, llegué al estudio de grabación de nuestro amigo Alexis Saer: Song Crash Studio, donde tuvimos la oportunidad de grabar nuestro primer CD, y estamos en proceso de producción.
Fue alentador saber que el psicólogo mencionado, como buen músico, había realizado su tesis de pre grado en la Universidad Rafael Urdaneta (1999), junto a su compañero de clases Ricmir Dávila Marrufo, titulada: “Efecto de un Programa Musicoterapéutico para Generar e Identificar Emociones en Adolescentes”.
El propósito de la tesis fue: Determinar el efecto de un programa musicoterapéutico para generar e identificar emociones de ira, escuchando “El pájaro de fuego” de Íorg Stravinsky; el placer con “Rigodon”, de Edwards Grieg; y la tristeza, al escuchar los concierto # 1 y 5, en Fa Mayor y Re Mayor, de Juan Sebastián Bach. El programa e investigación se desarrolló con la colaboración de estudiantes del Diversificado del bachillerato, en Maracaibo, observando en ellos los efectos de la música antes citada.
En dicha tesis citaron importantes opiniones, cómo la música influye en el ser humano, acotando que “la música tiene el poder de evocar, asociar e integrar, y por esa razón es un recurso excepcional de autoexpresión y de liberación emocional.” (pp. 3 y 4).
Otro de los objetivos de la investigación, fue determinar qué tipo de conexión existe entre determinados estilos musicales, con diferencia en su frecuencia, intensidad, timbre, intervalos duración, origen del ritmo y del tiempo, y establecer un canal de comunicación entre un terapeuta y un paciente.
Haciendo un resumen de la conclusión de la tesis, se muestra que: El programa musicoterapéutico pudo generar emociones vinculadas con estados emocionales de “Ira, Placer y Tristeza”. En otras palabras, los individuos estudiados respondieron a los estímulos musicales y clasificaron la reacción de lo que dicha música les producía.
En sentido similar, hace muchos años el Rey Saúl, el primer rey del pueblo de Israel, era atormentado por un espíritu malo. Y dice la Biblia: “Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David le tocaba el arpa, y Saúl se sentía aliviado y mejor, y el mal espíritu se apartaba de él” (1 Samuel 16:23). Eso muestra cómo desde hace tiempo se ha usado la música, hasta con fines terapéuticos.
Tal vez, algunos no entienden cuando señala que “el espíritu malo provenía de Dios”, pero la Biblia dice que “Dios no tienta a nadie” (Santiago 1:13). Lo que Dios hacia era darle permiso al mismo Satanás que molestara a dicho rey, porque el gobernante lo deseaba así, y se apartaba de Dios frecuentemente.
Hoy, el Señor hace lo mismo con nosotros, nos permite y somos libres para escuchar la música que queramos; no obstante hay música que nos degrada o eleva espiritualmente. Entonces, ¿qué clase de música escogeremos?, de paso, ¿a qué volumen la escuchamos, con posibilidad de dañar nuestros oídos?
¿Será posible alcanzar un mejor nivel de vida, si hacemos una mejor selección musical?
Eduardo Iván González González
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