A Jorge y María Elena de Castro
Situada en una de las tierras más fértiles de Extremadura, Almendralejo es una ciudad que cuenta, según el último censo, con una población de 34.694 habitantes. Con una tan deliciosa cifra habitacional, podríamos creer que se trata más bien de un pueblo, pero no lo es, no sólo porque el 26 de enero de 1851 la reina Isabel II de España le concedió el título de ciudad, sino porque la villa tiene, amén de una gran tradición histórica y cultural, una sólida economía basada en una pujante industria de todo tipo y principalmente en la producción de afamados vinos, aceitunas y otros productos agrícolas, más una arquitectura de respetable belleza en sus palacios, iglesias y edificios civiles. Siendo de la provincia de Badajoz, Almendralejo es uno de los puntales económicos de esa comunidad autónoma, el 4º núcleo de población de la provincia y el 6º de Extremadura. Al mismo tiempo, es un ejemplo de la vida rural tradicional, pero la ciudad sobre todo es conocida por sus bodegas. Sus vinos han alcanzado premios internacionales.
Mérida está situada 59 km de Almendralejo y de allí salieron los primeros campesinos en 1228 para fundar una aldea en el sitio actual donde, según la leyenda, vieron un almendro allá lejos y esto le dio el nombre a la incipiente aldea. Por otra parte se dice que formaba parte de lo que se llamaba el Almendral de Mérida y, por su reducido tamaño, se le empezó a nombrar por el diminutivo. Esta segunda versión suena filológicamente más lógica. Con el tiempo se independizó de Mérida, adquirió la jurisdicción de Señoría, hasta el mandato de Isabel II que le dio su categoría actual.
Se enorgullece Almendralejo de ser la cuna de dos escritores, grandes representantes del romanticismo español: José de Espronceda y Carolina Coronado, en cuyo honor, desde hace pocos años, se realiza en mayo un singular festejo que denominan Ruta Literaria. Adornan la ciudad, la gente se viste de época y parte la Ruta del Palacio de Monsalud, donde nació Espronceda y llega hasta la iglesia de la Piedad. La nueva celebración convoca mucho turismo junto a las tradicionales fiestas, entre otras, en agosto las de Nuestra Señora de la Piedad, patrona de la villa, las de San Antonio en junio, las de la Vendimia, de San Blas, la romería de San Marcos y, por supuesto, las de Carnavales y Semana Santa.
A esta altura del artículo, los posibles lectores se estarán preguntando: ¿a qué viene toda esta historia sobre un lejano pueblo en España que ni siquiera habíamos oído nombrar? Tienen razón. Yo tampoco lo conozco, los datos los conseguí por Internet, la cosa no parece tener mucho sentido. Sin embargo, una pareja amiga mía, él oriundo de allá y ella barquisimetana de pura cepa, desde hace muy pocos años se fueron a vivir a Almendralejo. Huyeron del caos de nuestra sufrida patria en busca de paz. Bastante sufrió mi amiga trabajando en una oficina gubernamental, de donde no la botaban, a pesar de su expreso rechazo al régimen y a ponerse franelitas rojas para ir de marchas, seguramente por su gran capacidad profesional y ser quizás la única persona que sabía del trabajo que tenían entre manos. Pero por el desagrado constante perdió la salud y pidió la jubilación. En Almendralejo paz y salud se hicieron presentes, ¿cómo no estarlo en esa comunidad histórica, de conquistadores de América, hallazgos arqueológicos, arte, cultura y sólo 34.694 habitantes?
Hace pocos días fue mi cumpleaños y, entre muchas llamadas locales, recibí dos de Panamá, dos de Estados Unidos y dos de España: una de Madrid y otra de Almendralejo, ¿podrán creer que de estas seis comunicaciones de larga distancia la única que se oyó perfectamente, como si tuviera las personas al lado, fue la del pueblo extremeño? ¡Hasta el teléfono funciona mejor en Almendralejo!
Entonces para mí, que vivo es esta nación desconcertada, absurda, sin tranquilidad ni gobierno legítimo, ese almendral pequeño, ese lugar bucólico de vides y aceitunas, integrado totalmente a la civilización, porque además de su rica vida cultural hasta equipos y personajes deportivos tiene, se ha convertido en una suerte de Arcadia inalcanzable. Quisiera irme a vivir allá, pero ni pasaporte tengo. Hace tiempo lo perdí, ¿y para qué quiere sacarlo nuevamente una anciana cuyo destino más próximo es la eternidad y allí se entra sin éste?
¡Qué santa envidia me inspira la pareja amiga, sita en ese pueblo- ciudad donde encontraron la calma! ¡Qué cerca y que lejos te siento mi desconocido y querido Almendralejo…!
#opinion: ¡Almendralejo! – Del Guaire al Turbio por: Alicia Álamo Bartolomé
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