Ya con anterioridad he comentado sobre los sicópatas, su comportamiento y como detectarlos. Pues bien, la mayoría de ellos tienen una apariencia agradable y se comportan de manera sociable por lo que no es cierto que los rasgos de una persona puedan determinar si es violenta o no y así lo explica un estudio.
Según un estudio publicado en la revista PLOS ONE, todo indica que no existe relación entre los rasgos faciales y el comportamiento violento en los seres humanos. La investigación, basada en una muestra de casi 5.000 varones de 94 poblaciones de todo el mundo, ha sido llevada a cabo por investigadores españoles, argentinos y mexicanos.
El trabajo aporta nuevos datos científicos para rechazar las hipótesis previas que asociaban los rasgos faciales con las conductas antisociales y criminales, que sobre todo tuvieron mucha aceptación a mediados del siglo XIX. Los autores analizaron el índice fWHR, es decir, la relación entre la anchura y la altura faciales, «en primer lugar, porque es un buen indicador de la forma de la cara y, por otra parte, porque es el índice que se ha usado en los trabajos previos que relacionaban mayor anchura facial con mayor agresividad», ha explicado Mireia Esparza, de la Unidad de Antropología del Departamento de Biología Animal de la Universidad de Barcelona, coautora del trabajo.
Los resultados descartan cualquier relación entre el índice fWHR y la agresividad, y dado que la metodología utilizada se basa en medidas craneofaciales y coordenadas craneales en 2D y 3D, las conclusiones son más fiables que las de estudios previos, que trabajaban con solo fotografías. Tampoco es cierto, según los autores, que los hombres con mayor índice fWHR —caras más anchas en relación con la altura— tengan más descendencia ni mayor éxito reproductivo.
Para los coordinadores del trabajo, Rolando González José y Jorge Gómez Valdés, «las implicaciones sociales y políticas que puede tener la publicación de hipótesis adaptativas sin contrastar pueden generar un aumento de los prejuicios raciales, discriminación e intolerancia». Con este estudio se demuestra definitivamente que la forma de la cara no es un predictor del comportamiento, concluyen los científicos.
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