#opinion: delirios-utopicos por: Simón Saavedra Hernández

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Todos los que luchamos por un mundo mejor tendemos a idealizar la sociedad que queremos alcanzar; esta búsqueda de la sociedad anhelada, perfecta en su funcionamiento para el logro del máximo de felicidad posible de sus integrantes, conlleva al afloramiento de imaginarios los cuales deben ser bien entendidos a la hora de querer plasmarlos en hechos tangibles para no perder la perspectiva de que, tal como lo señala  Franz Hinkelammert,  toda utopía es inalcanzable y su abordaje debe enfocarse como un ideal regulativo, es decir, como un objetivo imposible de lograr que tan sólo debe servir de guía para la consecución de un estatus social más justo.
Los intentos para la concreción del planteamiento utópico en experiencias político-sociales se hanamparadoa lo largo de la historia en la acción coercitiva y hasta represivadirigida hacia cualquier manifestación de disenso que “atente”en contrade su materialización, sin que por ello importe el pisotear los derechos fundamentales de los ciudadanos; con ello quiero significar, que a veces, las más elevadas aspiraciones pueden conllevar a situaciones sociales apocalípticas. Esta afirmación la podemos graficar, por ejemplo, a través del estatus social en que ha degenerado el “Estado socialista” de Cuba amparado porun régimen gubernamental totalitario instaurado por aquello de que “el ideario revolucionario está por encima de los individuos”.
De esta manera, las pretendidas acciones utópicas se han colocado de espaldas al realismo democrático demandado por los tiempos actuales, generando así su propia distopía, es decir, todo lo contrario a lo deseado: aberración política y social. Este tipo de anomalía es la que lamentablemente está delineandonuestra realidad como país a partir de la puesta en marcha del llamado “Socialismo del Siglo XXI”. Se pudiera argumentar que esta “realidad” es cuestión de apreciación ya que “lo que es” para Juan no tiene que ser necesariamente lo mismo para José, y que por lo tanto depende del cómo el individuo internaliza la rutina  de su existencia social; de allí que resulte pedagógico discernir el significado de la expresión “real” para poder allanar el camino que nos conduzca a la comprensión de lo que existe, y éste no es más que lo que el individuo confronta en términos tangibles en el devenir de sus actuaciones. Si bien es cierto entonces, que la carga especular del vocablo “realidad” pudiera conllevar a un relativismo interpretativo de nuestro mundo, ésta no debe ser de tal proporción de llegar a distorsionar la vivencia de lo concreto, imaginando un escenario que no existe y que más bien, es todo lo contrario.
En este mismo sentido, pretender “vender” un mundo quimérico que solamente existe en lo declarativo, a imagen y semejanza del delirio utópico expresado por Euhemeros en su novela “HieráAnagraphé” en la cual resalta la satisfacción y el sustento del colectivo social de la isla de Panacea a través de la obtención de frutossin queéstos sean el resultado del trabajo productivode sus habitantes, es sumergirse en los aposentos del más profundo astigmatismo mental. De ello están sobradamente colmados los acólitos de la cúpula oficialista que nos gobierna cuando presentana Venezuela como modelopolítico-social a seguir por su “impoluto” desempeño en materia de justicia, paz y emancipación social; lo único que haría falta para refrendar el pretendido estatus utópico alcanzado por nuestro país sería el place del mismo Platón, el cual,sin embargo,desde el más allá, estaríacontemplandocon gran satisfacción la cristalizaciónen nuestra repúblicadelo que él idealizó para su querida Esparta.
“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
Eduardo Galeano

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