Algo más que palabras
Hoy como ayer necesitamos conocernos más y mejor a nosotros mismos. Todo el mundo habla de cambios, pero apenas dedica tiempo a pensar cómo hacerlo. Seguimos atados a poderes corruptos, a libertades que no son, y los caminos del mundo cada día son menos auténticos. El mundo de la mentira orienta nuestras vidas y así marchamos totalmente desorientados. Requerimos poder levantar la mirada sin ser heridos, descubrir por nosotros los senderos de la existencia, pensar por sí mismos, profundizar en ese mundo interior que todos llevamos consigo, tejer abecedarios con la luz de la razón, ser más corazón que cuerpo, reflexionar sobre todo y de todo, para alcanzar otro horizonte más claro, más sensible con la realidad humana y menos distorsionado.
Veo que los ojos de la mente son incapaces a veces de discernir y decidir sobre los pasos a tomar. El tiempo actual es propicio a la ceguera, nos hemos dejado aprisionar por una legión de farsantes, que nos impiden vivir autenticidades. La falsedad gobierna nuestro tiempo. Desde luego, precisamos de otro espíritu más reflexivo y racional. Son muchos los nudos que tenemos que desenredar. El espíritu creativo de las artes y las letras es un camino que todos debemos explorar. Uno tiene que descubrir más allá del deseo de saber, el deseo de conocerse, de admirarse, de sentirse inteligencia creadora, favoreciendo de esta manera esa búsqueda inherente a toda persona.
Por desgracia, vivimos bajo una manipulación perversa y permanente, muy sutil, pero que ahí está penetrante, haciendo sus maniobras de querer vivir por nosotros, dominando nuestras andanzas. Siempre hay alguien que te dice lo que debes hacer, ya no tenemos ni tiempo, ni tampoco silencio para pensar. Así no se pueden encontrar remedios a nuestros males. No se debe olvidar que los pensamientos, como la razón, necesitan compartirse con nuestros semejantes. No venimos al mundo para vivir solos, sino en familia, para insertarnos y realizarnos en la sociedad y en una cultura. De ahí, que no pueda haber una colectividad esperanzada y feliz sí la mayor parte de sus miembros carecen de lo imprescindible para vivir.
No hay que acomodarse al mundo, el mundo tiene que acomodarse a las personas, a nuestro modo de pensar, de forma que podamos actuar libremente. Nos han orientado a pensar en la posesión, en el bienestar, en el éxito fácil, en la fama a cualquier precio, y, sin embargo, todo esto es pasajero. Debemos aprender a pensar de manera más solidaria, más profunda, más mística, más interior; es preciso aprender a comprender el pensamiento de los demás, reconociendo lo bello y bueno que puede aportarnos. No olvidemos que, por naturaleza, somos seres inconformistas, y que el verdadero progreso del mundo no radica en la colección material de cosas, sino en la fortaleza del ser humano como sujeto pensante, como sujeto que vive en el propio pensamiento.
Ya lo dijo el dramaturgo y poeta español, Pedro Calderón de la Barca, «quien vive sin pensar, no puede decir que vive», el pensamiento es fundamental para sentirnos parte de una cultura que sabe razonar y equilibrar ideas, que sabe incrustar un espíritu de servicio fraternal al mundo, porque un diálogo fraternizado siempre respira bondades y virtudes. Sin duda, el día en que todos aprendamos a pensar teniendo en cuenta los legítimos intereses y aspiraciones de todos, habremos dado un paso gigantesco en la construcción de la paz. Evidentemente, es bueno que la gente se reúna a pensar, sobre todo para cooperar en la promoción del bien común.