Capitalismo Lunar
Lejos de las declaraciones altisonantes, de las denuncias sobre la usurpación del poder, del contrapunteo infructuoso de interpretaciones jurídicas que soslayan el monopolio absoluto del control institucional del Estado venezolano por parte de la élite en el poder, la inercia se abre paso entre las pisadas de quienes día a día salen a la calle a caminar su rutina. No hay pollo en los abastos y supermercados, y cuando llega, la histeria por el producto aviar empaquetado contagia a quienes se encuentran escarbando en los estantes vacíos lo que apenas sobrevive de las compras. No importa.Quizá es hora de cambiar nuestros hábitos alimenticios. Algún otro animal ya se ofrecerá gustoso para tal fin, la gente lo entiende, porque Venezuela está feliz. Tampoco abunda el azúcar, o la leche, o la harina, o alguno que otro producto de esos que conforman la llamada “cesta básica”. Ya ni es “cesta”, y mucho menos básica, pero eso no importa. Venezuela está feliz.
La violencia es un lugar común que despoja de cualquier asombro ya a todos los venezolanos. Es democrático y protagónico. Ya hasta a uno le puede dar pena que no lo hayan atracado, o asaltado, o intentado secuestrar, porque entonces ¿De qué se va a hablar con el vecino, o los amigos? Sería demasiado aburrido, por eso, no importa que sigamos viviendo en un estado de guerra no declarado. No hay que ir a Irak, ni a Siria. Asómate a cualquier esquina, luego de las 7 de la noche y espera la llegada de la inseguridad. Tranquilo, Venezuela está feliz.
Hemos entrado a una nueva etapa del gobierno “revolucionario”. Ya superamos la etapa del gobierno “metafísico”, es decir, ya no invocamos a esa “fuerza”, a esa “energía”, a esa fotografía del Líder Máximo que nos vigila con sus puños cerrados y que parece mirarnos y regalarnos su “presencia” como evocación del poder. No. La cosa va evolucionando. Vamos subiendo la cuesta, sin freno de mano ni chofer, pero allí vamos.
Ahora entramos en la etapa del gobierno “epistolar”. “Denme claridad, que voy a leer, la carta que ayer, me dio Nicolás”. Nos gobierna un mandado devenido hoja carta, a doble espacio y membretada con una firma roja, la “rabo e cochino”. Dicen que dijo algo sobre lo que alguno dijo pero que en realidad no quiso decir. Ya el eslogan del gobierno parece que va a cambiar, para asumir esta nueva etapa de administración ilusionista y mediante notas, cartas y papelitos que viajan en la ruta Habana-Caracas. Dirá “¡Patria, escáner y vida. Viviremos y escanearemos!”. Se puede desechar toda esa fastidiosa manía burguesa y reaccionaria de estar invocando a cada rato la Constitución, y juramentos, y formalismos y demás. Total, Venezuela está feliz.
No hay dólares para importar lo que el gobierno ha impedido que se fabrique aquí con su eficiente y fructífera política de controles, regulaciones, expropiaciones y confiscaciones que buscan contener y congelar la inflación, haciendo que los negocios trabajen a pérdida y quiebren. Pero no importa, ya veremos cómo comemos, o nos vestimos, o nos aseamos, o reparamos los carros, o construimos, o viajamos, o seguimos con nuestro quehacer. No importa si faltan pañales, los guayucos son más baratos y no dañan el ambiente. Un carro usado no puede ser más caro que un carro nuevo, es verdad, tiene lógica la cosa. ¿Pero si la distorsión es tal, lo bizarro es tal, la deformación es tal, que ensamblarlo constituye no algo normal sino “épico”, ante el total desinterés y estimulo del gobierno para atacar las causas que aporta para impedir tales distorsiones?
Cada día hay más huecos en las calles, más deterioro de los servicios públicos, menos agua, luz irregular, un aseo urbano que parece trastocarse cada vez más en “desaseo urbano”, hospitales enfermos, tribunales injustos, escuelas que deforman, policías que roban, defensores que agreden, pero no importa, mientras el petróleo que nos va quedando luego de la producción estancada de una PDVSA endeudada, y que le regalamos a medio mundo, todavía alcanza para mantener un Estado que paga la factura de esta ilusión de abundancia, de este espejismo de “crecimiento” económico que no es más que estatismo y gasto populista eventual, no importa la amenaza de una escasez más aguda. La gente siempre se conforma y resigna. Total, Venezuela está feliz.
Ahora las requisas son “carnicerías” alentadas por el Estado, para intentar poner orden a ese Estado de Pranes que funciona en todas las cárceles con armas y drogas que no caen del cielo, y que las mafias variopintas colocan allí, en esos centros de planificación del crimen generalizado e impune.
Pero sí, ya Ud. lo sabe, ya lo adivino. A pesar de todo eso… Venezuela está feliz.
@alexeiguerra