La imagen del astronauta tomando una píldora a modo de alimento ha quedado casi para las películas. Las investigaciones de la NASA se centran en conseguir comida apta para consumir en el espacio. Alimentos que conserven todos los nutrientes y prolonguen su vida útil alrededor de un año.
Verduras asadas, enchiladas, arroz con pollo, espaguetis, filete de ternera o coctel de mariscos. Platos corrientes que, sin embargo, se sitúan en la primera fila de la innovación culinaria al conformar el menú de los astronautas de la Estación Espacial Internacional.
Técnicas como la liofilización, la irradiación o la deconstrucción, puestas en práctica por los más reputados chefs, son viejas conocidas para el equipo de investigadores de la NASA que se encarga de diseñar comida apta para el consumo humano en el espacio.
El trabajo es arduo y exigente, ya que los alimentos “deben lograr una vida útil de alrededor de un año, para lo que se someten a un proceso de liofilización -o deshidratación en frío-, con lo que resultan alimentos higiénicos que mantienen todos sus nutrientes y no desarrollan microbios por la ausencia de agua”, ha explicado en una entrevista a Efe la doctora de la NASA Grace Douglas.
Una vez en el espacio, se conservan gracias a sistemas térmicos, de refrigeración o de irradiación, en embalajes que cumplen con las exigencias de salubridad y de escasez de espacio.
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