Obama: Democracia como ejemplo Por Ricardo Trotti

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Cada uno de los discursos inaugurales de los presidentes estadounidenses de
las últimas seis décadas incluyó políticas para promover la democracia
alrededor del mundo. El mensaje del lunes de Barack Obama frente al
Capitolio no fue diferente, pero dio la impresión que quiere cambiar de
estrategia.
Desde Roosevelt hasta Clinton o de la Alianza para el Progreso de Kennedy a
la Estrategia de Seguridad Nacional antiterrorista de Bush, las tácticas
para la promoción de la democracia tuvieron matices diferentes según la
época y el contexto, siempre guiadas por el pragmatismo estadounidense para
defender sus intereses y mantener el liderazgo.  

Esa estrategia consistió, muchas veces, en asistencia humanitaria, formación
electoral y empoderamiento de la sociedad civil. Otras veces, la promoción
no fue más que imposición, mediante intervenciones militares, presiones
económicas y operaciones encubiertas de la CIA para apoyar golpes de Estado
o a gobiernos amigos. Así, desde el exterior, la promoción de la democracia,
no se vio como la aspiración de un país para inculcar libertad y libre
mercado, sino como la intervención de una potencia extranjera para implantar
gobiernos que defendieran sus intereses estratégicos. Irak es evidencia
cercana. 

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Todas estas estrategias tradicionales de la diplomacia estadounidense
tuvieron poco o relativo éxito. Tal vez por esa realidad, Obama prefirió
mirar hacia adentro, enfocarse en la perfección de la democracia propia,
consciente de que el buen ejemplo puede ser un agente de mercadeo más barato
y eficiente.

En su mensaje inaugural, pese a que no abandonó la lucha anti terrorista ni
el apoyo a las «democracias en todas partes», Obama se alejó de las
perspectivas patrioteras de sus predecesores. Se enfocó en las obligaciones
internas más que en las externas, tanto del gobierno como de sus ciudadanos.
Habló de sanear la economía, de procurar más trabajos y prosperidad, de
ampliar la clase media y de continuar con los sueños incumplidos de Abraham
Lincoln y de Martin Luther King, para que toda persona sea igual y tenga las
mismas posibilidades, sin diferencias respecto a su origen migratorio, color
de piel u orientación sexual.

Sin dudas el mensaje de Obama fue introspectivo, tan íntimo como aquellas
palabras desafiantes de John Kennedy: «No te preguntes que puede hacer tu
país por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país». Por eso cuando llamó
a la paz, a continuar bregando por la seguridad y a responder a la amenaza
del calentamiento global, no lo hizo echando culpas hacia los de afuera, al
terrorismo u a otros gobiernos enemigos como en el pasado. Lo hizo con
sentido de autocrítica, pidiendo a todos los estadounidenses a trabajar
unidos.

Pidió mayor compromiso ante un camino de prosperidad, igualdad y felicidad
que consideró incompleto. Pidió más conciencia para evitar tragedias como la
de Newtown, así como para desarrollar energías renovables; pidió mayor
innovación tecnológica y más maestros de matemáticas; y adjudicó a la
libertad, como regalo de Dios, y a la iniciativa privada, el carácter de la
nación.

Obama acertó en este nuevo enfoque de responsabilidad interior. Pero también
sabe que son muchas las obligaciones que le caben al gobierno para mejorar
la democracia, ya que con cuatro años a cuestas, no tiene margen para seguir
adjudicando todos los males a su antecesor. La cárcel de Guantánamo, las
denuncias sobre tortura en la lucha contra el terrorismo, el contrabando de
armas, la epidemia de la drogadicción, los derechos de los inmigrantes, la
poca transparencia en el manejo de información gubernamental o la
persecución contra quienes filtran la información, son temas a resolver
antes de que se transformen en manchas de su legado.

El discurso de Obama apuesta a que la disciplina y la prosperidad internas
pueden ser las mejores embajadoras de la democracia. Michael Mandelbaum,
experto en política exterior, decía que los países son como los individuos,
aprenden lo que observan y que el éxito inspira ser imitado.

Quizás la estrategia hacia adentro que propone Obama no conseguirá
imitadores entre gobiernos autoritarios y populistas, pero seguramente
empoderará a los ciudadanos de esos países para que exijan libertad y
cambios democráticos.  <mailto:[email protected]> [email protected]

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