Lectura
Cosas de cronopios y de famas. Alfonso Jiménez, cronopio inexperto para una situación bastante compleja, en la plaza Miranda del Silencio, con la toalla para tirarla, abordaría la cola en un camión para regresarse a su amado pueblo de provincia. Una indigente cronopia, que inhabilitaba su dura situación, fue su inesperado Ángel entonces; la cronopia le indicó predictivamente lo que debía hacer y el cronopio la obedeció, convirtiendo con ello su situación de derrota en una luminosa victoria. Victoria que en muy cortos años se tradujo en el sueño de su anhelado objetivo: ser educador. Y fue así como el cronopio Alfonso se hizo también poeta y fama.
El cronopio Alfonso sentía que dentro de él, en la parte baja de su vientre, por allí por el sexo, se presentó una molestia que el cronopio no se explicaba. A cualquiera sucede que de buenas a primeras no podemos aceptar que nos habiten desconocidos. El cronopio ocurrió a fama del médico, el único capacitado profesionalmente para desalojar la inoportuna molestia. Fama hizo el trabajo y la molestia abandonó al cronopio. Insistente nuevamente la molestia, transcurridos algunos indeterminados días, se albergó en su anterior lugar y de nuevo hizo su cama y cómodamente se alojó sin autorización en el bajo vientre, por los lados del sexo como ya lo habíamos informado. El cronopio Alfonso, diligente con su salud, recurrió de nuevo a fama y el fama experto en estos menesteres, ni corto ni perezoso, profesionalmente retiró la terca y obstinada molestia. El cronopio Alfonso se sintió, a partir de entonces livianito, experimentaba tanto alivio y sanidad que la alegría se le tornó, por cosas de sentimientos, en nostalgia. Extrañaba la víscera y no podía admitir razones que le convencieran que la partecita perdida era innecesaria para él. Pero, cosas de cronopios, Alfonso con decidido carácter, sin entrar en consideraciones de detalles, cambio la nostalgia por su amada poesía… Y entonces, con feliz decisión, como quien enarbola un pañuelo como bandera tremolándolo al aire muy alegremente, en una definitiva despedida, el cronopio nuevamente convierte su situación de nostalgia y derrota, como hubo de sucederle cuando la cronopia lo aconsejó, y como lo dejamos estampado en palabras en este mimo papel al comienzo, en el párrafo inicial, el cronopio Alfonso Jiménez concibió unos versos alusivos a la terca molestia para ratificar la despedida anunciada con el pañuelo, con palabras que se inmortalizaran en las formas del verso, caligrafió el definitivo adiós: ¿Chao próstata!.Y es así como de nuevo el cronopio salta a fama.
Los cronopios no están lejos de fama. Los cronopios son famas y ya. Fama es discontinua en tanto que la cronopía no lo es. Fama somos cuando por algún suceso cronópico, sin más, el cronopio, como por arte de cronopio salta a fama. ¡Poeta, mi cámara no es digital, y este retrato es suyo y no debo apropiármelo! ¡Dispénseme la indiscreción! De un aprendiz de cronopio para un cronopio superior que noblemente ha conseguido con indiscutibles méritos ser fama.
Coda: Este cronopio tiene una suprema identificación con el número 7; para él todas las cosas se relacionan con el 7; su nombre tiene siete fonemas. Para él hay magicidad en el 7. No concibo cómo puede andar más de siete pasos; cómo puede escribir más de siete palabras. Como la relación es del 7 con él o de él con el 7, para averiguarlo hay que oírle.