#opinion: Por la puerta del sol – Rostros, acciones, disfraces por: Amanda de Victoria

Feliz Año queridos lectores.
Después de haber disfrutado  de un pequeño descanso, de nuevo me incorporo a esta página para seguir aportando y compartiendo con ustedes opiniones y temas diversos. Gracias a todos por el apoyo, la confianza y el cariño.
Mi madre decía que cada año que comienza debe hacer las paces con el que termina, única manera de empezar con alegría, perdonando, para no arruinar lo bueno del presente.
Lastimosamente no se ve voluntad política para hacer las paces y vivir como hermanos cobijados por el mismo tricolor. El año ha empezado plagado de problemas y de desenfrenos, el país está  estancado, en suspenso, lleno de preguntas sin respuesta. Económicamente es gris el panorama y es incierto; continúan sin solución  el sin fin de necesidades que lo agobian. El desabastecimiento  y la carestía generan enormes dificultades sin que a nadie de quienes es responsabilidad importe, preocupe ni ponga en movimiento. El resentimiento político lejos de procurar la paz y tranquilidad de todos, refuerza su fiereza, su arrogancia y sus caprichos. No se ve por ningún lado de parte de quienes deben hacerlo, la voluntad de procurar el bien y la paz de la nación. La violencia y la delincuencia aumentan el número de atropellados y caídos en las calles; el derecho de pensar y  opinar libremente sigue siendo el punto más golpeado y castigado de parte de quienes mandan. Quienes representan la justicia no son imparciales; la intolerancia se multiplica, manda la anarquía y el abuso, la seguridad se aleja cada vez más, el trabajo es un espejismo, los servicios  públicos no son óptimos, las colas son infinitas, igualdad e inclusión son una falacia,  no hay  equilibrio, progreso, tolerancia, cordura, mucho menos  gerencia de calidad. El horizonte es brumoso, el ánimo se ha quedado estacionado, el conformismo pesa demasiado, los problemas golpean inmisericordemente.
Vivimos en un mundo en el que la apariencia ocupa espacio importante en los sentimientos de quienes por estar en puestos de privilegio son capaces  de llegar a extremos increíbles  con tal de lograr satisfacer sus propósitos particulares. La mentira disfrazada de mansa oveja es la máscara  que utilizan los políticos para atrapar a quienes no se someten fácilmente a sus caprichos, su fuerza, su dinero ni poder.
La mentira es el gigante preferido por los peores. La disfrazan de ley, traspasan con esta los límites de la gentileza, del pudor, de la libertad, del honor, del respeto, de la ecuanimidad  y de su misma conciencia, para lograr sus objetivos a no dudarlo meramente personales. Prebendas, dinero, prestigio, fama, cargos etc. se anteponen a toda dignidad, toda honestidad, toda ley.
La inteligencia del hombre no se quebranta  cuando se equivoca o comete errores, se quebranta cuando miente. La mentira procede exclusivamente de la voluntad de cada uno, como tal cada uno es responsable de esta y por tanto debe asumir las consecuencias que acarree. Los políticos en su mayoría se destacan en este campo; tienen el triste privilegio de ser embaucadores. La mentira dicen los filósofos no es la contradicción lógica de la verdad, sino su contradicción moral. Justamente todo esto me llevó a realizar el tema de hoy “Rostros, acciones disfraces”.
Cuando uno ve lo que es capaz de hacer un hombre ávido de dinero, de poder y de gloria, y de lograrlo opóngase quien se oponga, a precio de lo que sea, pone en alerta la conciencia ante esta clase de conductas llevándonos a la conclusión de que  quien no lucha será oprimido. Mahatma Gandhi enseñó al mundo que vale más luchar por lo que se desea, por los sueños, por la libertad, por los hijos  y por lo que se necesita, aunque de nada sirva intentarlo, que quedarse esperando un milagro  sin acción.
La mentira es una trasgresión social, capaz de destruir los lazos que construirlos se ha llevado siglos. Es capaz de de pervertir la conciencia de los más honestos; hasta la misma ley sufre los embates y anulaciones  de quienes hacen de la mentira la más falsa de las verdades.
Nadie puede prohibirnos decir aquello que no se debe callar:
“Mañana, tal vez, tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados, pero no podremos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a luchar”  (M.Gandhi)
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