#Opinión: ¿ALBA o Alpla? Por: Macario González

Sin tregua
Fue en la nocturnidad del ocho diciembre, cuando el dedo tembleco de un Chávez venido a menos designó a Nicolás Maduro su heredero único y universal para sustituirle en caso de ausencia, a mucha gente se le “espelucó el cuerpo” al nada más imaginar lo que se le venía encima al país, en la alborada del 2013.
Una horda de jinetes apocalípticos, vestidos de crisis económica, inseguridad, desabastecimiento y caos en la prestación de los servicios públicos, amenazaban con aguar la fiesta que Nicolás llevaba por dentro, por lo que había que estar atentos a las medidas que el nuevo zar tomaría. Y sucedió. Nicolás y su séquito de llorones tomaron la primera decisión importante: ¡Adelantaron el carnaval! La primera gran comparsa se apoderó del balcón del sueldo, el 10 de enero, con la intervención de payasos internacionales, especialmente los del Circo Alpla. ¿ALBA? Alpla más bien. Alianza Latinoamericana de Payasos Lambucios. Los únicos payasos que cuando quieren reír, lloran, y cuando quieren llorar, también lloran, pues para ellos, como reza el refranero popular “el que no llora no mama”. Son plañideras que cobran por derramar lágrimas. Cuenta el relato bíblico que el agua fue convertida en vino, pero nunca se había visto este “milagro tan milagroso”, en el que las lágrimas, aunque sean de cocodrilos, son convertidas en dólares que salen volando mansamente de las arcas venezolanas.
Por cierto que, de entre estos payasos lagrimeantes, de estas lloronas itinerantes que llegaron nariceadas a nuestro país, para legitimar las aspiraciones presidenciales del zar Nicolás, destacó el pequeño tirano nicaragüense, Daniel Ortega. No digamos Pepe Mujica, quien, para disimular su condición de invitado a la comparsa, se encasquetó unos lentes oscuros que parecían la máscara del Zorro. ¡Más sabe Pepe por zorro que por diablo! Pero de él hablaremos en otra entrega. Tampoco digamos nada de Evo, porque eso sería gastar pólvora en zamuro. Centrémonos en Orteguita, quien, en su discurso, se dedicó a agredir a las fuerzas democráticas venezolanas, calificando de buitres a los diputados de la Unidad, y señalando que éstos eran “unos carroñeros”. De esto salta a la vista una primera situación. La cúpula chavista y sus esbirros, en las chácharas cotidianas con las cuales nos atosigan, siempre han usado como banderas conceptos como soberanía e independencia, pero no se les agua el ojo en circunstancias como esta, en las que un presidente de otro país se permite el lujo de venir a ofender a unas personas quienes, no sólo ostentan una respetable investidura pública, sino que, además, la única falta que se les puede endilgar es la lucha sin cuartel contra las sombras del autoritarismo que se cierne sobre nuestro país. Más coraje tuvo el Rey de España, quien, como se recordará, en un foro internacional mandó a callar a Chávez por la forma irrespetuosa como éste se expresaba de un ex presidente de su país.
Otro detalle. Esa afirmación de Ortega, en una tarima adornada de buitres y de carroña, no parece ser muy elegante dada la tensa situación por la que atraviesa el bando chavista por la situación que atraviesa su líder único. En efecto, la palabra carroña puede significar “carne descompuesta…”, y es sabido que los buitres son animales carroñeros. Por otra parte, el agravio proveniente de Orteguita, tiene que ver con el hecho de que los demócratas venezolanos han denunciado insistentemente la forma como el oficialismo ha manejado el problema de salud de Chávez y cómo se han valido de esa situación para violar la Constitución. Ahora, en este estado de cosas, sería bueno preguntarle a Ortega, lo siguiente. ¿Si toda esta situación, todo este debate tiene como punto neurálgico el delicado estado de salud de Chávez, y los diputados de la oposición son unos buitres, entonces, cuál es la carroña? ¿Cuál es la carne descompuesta que los buitres de Orteguita consumen o pretenden consumir? Sabrá él. A este columnista, pues, le parece que en la testa de este tipejo muchas tuercas andan sueltas. Creo que a este dictadorzuelo, al igual que a Juan Primito, aquel personaje idiota de la obra de Gallegos, los rebullones le están aleteando en la azotea.