Planteamientos
En la entrega anterior, planteamos algunas consideraciones con respecto al ciclo histórico que se inicia para la UCLA relacionadas con la necesidad de dar un giro más acentuado en la revisión de las bases filosóficas mismas sobre las cuales se fundamentan muchos de los contenidos programáticos que se imparten en las diferentes carreras que dicta. Lo que ocurre en el mundo de la ciencia y los nuevos modos de producir conocimiento científico y tecnológico, en el marco del postulado “diálogo de saberes” es uno de los aspectos cruciales para el desenvolvimiento futuro de nuestra casa de estudios. Las advertencias que en tal sentido han formulado los especialistas que reflexionan en torno a la Universidad del Siglo XXI no dejan dudas en esta materia.
Otro aspecto a tomar en cuenta, juzgamos que es el tema del desarrollo. La formación de profesionales, desde siempre ha estado presidida por los requerimientos que esa imagen- objetivo le imprime a la función docente desde los planes de estudio. Una mirada crítica deja al descubierto que en muchos casos la discusión y el conocimiento que se transmite está referida a modelos o esquemas reduccionista asociados con el crecimiento económico, obviamente ya superados por una visión integral, holística y sistémica representadas por diferentes dimensiones (lo político, lo económico, lo social, lo cultural, lo ambiental, lo ético, lo global, lo regional, etc.) que se conjugan, ahora desde la transdisciplinariedad, en el denominado enfoque del desarrollo humano.
La respuesta a la interrogante: ¿Formar profesionales para qué? pasaría por la posibilidad de: primero, hacer transversal a la matriz de los programas de docencia, investigación y extensión dicho enfoque; y, en segundo lugar, recomponer la propia estructura académico- administrativa bajo la cual está organizada la universidad.
Una estructura que responde a la morfología que la sociedad adoptó en el Siglo XVIII para efectos de la difusión del saber científico, en sintonía con la naturaleza unidisciplinaria de éste, y que dio origen a las Facultades y Escuelas que funcionaron y siguen funcionando burocráticamente como compartimientos estancos y aislados entre sí. Donde cada carrera está concebida curricularmente para hacer imposible que un estudiante pueda cursar una asignatura distinta de la que escogió, es decir, perteneciente a otra carrera. Ni mucho menos, armar su propio “menú”. Donde incluso, en el área de la Gerencia se ofrecen estudios de postgrado en diferentes Decanatos, pero esa horizontalidad no está contemplada. Por supuesto, de espaldas a la denominada “hibridización” del conocimiento y a la emergencia de la “sociedad-red”.
La UCLA presenta una paradoja en tal sentido. A la situación anterior se agrega, en abierto contraste, la progresiva conformación de una plataforma tecnológica cuyo inicio responde a decisiones y medidas adoptadas hace más de una década. Puede valorarse como enteramente positivo el esfuerzo por no permanecer al margen de los avances que se registran en el campo de las tecnologías de información y comunicación el hecho de que la comunidad universitaria cuente con una infraestructura tal que le permite un desempeño digitalizado y conexión adecuada para el desempeño de sus labores. (Recientemente la Dirección de Telecomunicaciones anunció la disponibilidad de Zonas WiFi Corporativas de la RedUCLA debidamente identificadas en los diferentes Decanatos).
Asimismo, se aprecia el intento por ir consolidando el Sistema de Educación a Distancia, SEDUCLA, concebido como un “un espacio creado con el objetivo de adecuarse a las demandas sociales y a la necesidad de nuevos perfiles profesionales, con base en la aplicación de la experiencia de los últimos años y su propia metodología de estudio, para que así los interesados puedan disfrutar de todas las ventajas que ofrece el aprendizaje en línea, con toda la garantía y el aval académico que ofrece la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado”.
No obstante, la permanencia de un modelo de organización burocrática anclado en el viejo paradigma con muchas rémoras producto de la excesiva rigidez, jerarquía, verticalidad, inflexibilidad, liderazgo transaccional, y resistencia al cambio, entre otros factores, constituye un verdadero reto para la transformación que la institución requiere de cara a un nuevo ciclo histórico.