#Opinión: En Lara nace lo nacional, lo venezolano Por: Luis Eduardo Cortés Riera

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En ocasión del Cuatricentenario de Barquisimeto en 1952, la Cámara de Comercio editó una Guía Económica y Social del Estado Lara, extraordinario trabajo donde el profesor Francisco Tamayo (1902-1985) escribió un ensayo titulado Introducción y bibliografía del folklore del estado Lara. Allí sostiene que: “En Lara, nace, pues, lo venezolano. Ese suelo privilegiado fue en la Colonia, es hoy en la República y será siempre la inmanente  matriz de Venezuela”.
Ahora bien, ¿qué motivó al sabio larense a hacer tan curiosa afirmación?, ¿Fue un arranque de regionalismo desbordado? ¿En qué se basó para hacer tan  peregrina afirmación? Veamos.
En primer lugar debemos resaltar que Tamayo recibe la influencia de un positivismo tardío posgomecista, del cual se nutrió en Caracas en el Instituto Pedagógico Nacional. Allí conoce las ideas de Stuart Mill y Spencer, quienes consideran a la sociedad como un organismo vivo, idea que pronto asimila en su condición de estudiante de biología. Por ello nos habla de que diversos factores geológicos, flora, fauna y etnos (que) copulan para engendrar una nueva forma, un nuevo tipo humano, un ecotipo que es síntesis y exponente de integración social. Subraya lo que llama la concurrencia larense como un hecho que no admite dudas, largo proceso que se ha manifestado desde las más remotas edades. Y la interpreta como una convergencia de las especies botánicas y zoológicas, a lo que agrega: La etnología, la antropología, la sociología, la lingüística, la toponimia, todas, contribuyeron a poner de manifiesto la concurrencia larense. Este fenómeno es producto de una confluencia de medios físicos y tipos ecológicos diversos, y, por ende, de formas de vida, de sensibilidades, de idiosincrasias, de expresiones. En Lara nacen o finiquitan todos los sistemas geológicos, a excepción, aclara Tamayo, a lo del delta del Orinoco, a lo Atlántico, a lo Guayanés. “Allí mueren los Andes y el sistema Coriano; allí nacen la cordillera costanera, allí arrancan las hoyas de Llano y del lago marabino. Así también, la flora, la fauna y el etnos, vinculados ecológicamente a esos distintos medios, concurren con sus elementos característicos a la coyuntura común; y el bagaje espiritual de cada una de esas zonas confluentes, aporta sus diferentes valores.
Se trata del determinismo de clima y raza del positivismo del siglo XIX. Tamayo se refiere a ellos como fatalismo de los hechos físicos y de los fenómenos de la naturaleza, en tanto que el determinismo de raza se expresa cuando habla de los tres pivotes raciales (blancos, indios y negros), que hacen aparecer un mendeliano carácter morfológico. Por ello afirma  que “Lo que pudiéramos llamar el tipo venezolano (…) no podría generarse en zonas como el Llano, los Andes, Margarita, el Zulia y Caracas (…) porque todas éstas son regiones excluyentes las unas de las otras, y dotadas de ambiente y de colorido local tan fuerte que en éllas priva lo regional sobre lo nacional. El llanero es producto de la planicie pecuaria. El andino venezolano se parece más al andino colombiano que a un barloventeño. Pero en Lara -aquí es terminante Tamayo- se reúnen y confunden casi  todos los medios físicos y biológicos del país (y) se ha estado engendrando un tipo humano de características medias, equilibradas. Esta síntesis humana (mestizaje, otro elemento que resalta el positivismo) de todo o de casi todo lo nacional es el tipo venezolano por autonomasia, por ser expresión total  de los cuerpos y de las almas de aquellas regiones parciales. Barquisimeto -dice- es el crisol donde se polariza el mestizaje.
Estos determinismos de clima y raza le permiten concluir que: “En Lara, nace, pues, lo nacional, lo venezolano.” Más adelante, afincado en otro concepto positivista, tradición, se referirá al tamunangue como una manifestación folklórica de reminiscencias bárbaras, a lo que adicionará que es “la danza nigralba del cañamelar; el baile de la zafra, el ballet pagano de San Antonio, donde la líbido negra se hace rito, bajo el impulso mágico del tambor; donde el cocuy dinamiza el ritmo y el chimó es acicate mental de los devotos”.
En este esfuerzo de comprender el pasado y nuestra evolución social, emplea Tamayo proposiciones respaldadas por hechos positivos y demostrados. Usa categorías como Tradición, medio geográfico y razas. La tradición es la acumulación en la conciencia colectiva de móviles de acción social. Los pueblos responden con su conducta a esa tradición que se trasmite de la misma forma que los caracteres genéticos, y está fuertemente vinculada al medio geográfico y a las características del sustrato étnico.
Esta es, pues, una  explicación cientificista que dominó en el país hasta los años 1950, y que el sabio larense abandonó en su madurez. Otros sistemas de pensamiento renovadores: el marxismo, el psicoanálisis, la fenomenología, el bergsonismo o el existencialismo, nos darán en lo sucesivo otras comprensiones de lo nacional venezolano.

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