DESDE EL PUENTE
El Partido Social Cristiano Copei cumplió 67 años el domingo. Me inscribí en sus filas a la caída de Pérez Jiménez. Rayaba en los quince años cuando me sumé a ese notable grupo de compatriotas que irrumpió en la vida pública, conocido ahora como la Generación del 58. Generación del cambio y la victoria que con plurales manifestaciones políticas e ideológicas, dejó huellas imborrables en el pasado y en el presente.
Se dice fácil, pero en un país tan irregular e inconstante como éste, se trata de un gran mérito. Historiadores y politólogos, profesionales y aficionados de las ciencias sociales hacen y harán, estudios severos del apasionante tiempo que nos ha tocado vivir. Todos tenemos cuentos que contar y los contaremos. Algunos fundados en hechos de fácil comprobación. Otros en los recuerdos, donde el papel primario lo juega la memoria. En ocasiones puede ser tan traicionera como exagerada. Pero lo cierto es, como más o menos dice García Márquez, la vida no es solamente cómo sucedieron las cosas, sino también como uno las recuerda.
¿Por qué un grupo de jóvenes se acercó a un partido minoritaria, el tercero electoralmente hablando, sin posibilidades de ganar elecciones, ni de escalar posiciones burocráticas ni representativas que estaban fuera de las aspiraciones de entonces? Pues por una razón sencilla pero difícil de explicar. Teníamos una sólida formación básica, más allá de lo político. Principios y valores de vigencia permanente, enraizados en la Doctrina Social de la Iglesia que nos invitaban a luchar por la dignidad de la persona humana, la perfectibilidad de la sociedad civil y la justicia social como instrumento para alcanzar el bien común. Provengo de una familia socialista, más bien izquierdista, que evolucionó hacia el centro desligándose de radicalismos propios de la época..
Mi experiencia no es única. Miles de compatriotas tuvieron procesos parecidos. Encontramos en Copei un grupo de fundadores que encarnaban a plenitud los valores que nos movieron hacia el partido. Fuimos determinantes en convertirlo en factor fundamental para el desarrollo democrático de la sociedad venezolana. Resisto la tentación de continuar escribiendo sobre el tema. Ya habrá oportunidad para hacerlo. Pero, duele mucho ver la crisis existencial de COPEI, con el país lleno de copeyanos alejados de las estructuras operativas del partido.
El reto es enorme. Venezuela se desintegra en manos de traidores ineficientes y corrompidos. A los copeyanos les digo con Shakespeare: “Todo el pasado es prólogo”. El mensaje también vale para los adecos.