Capitalismo Lunar
No son estos días de aspiraciones promisorias o afirmaciones de buen talante, a pesar de que el 2013 apenas exhibe sus primeras lunas. El optimismo es un empeño escurridizo, escaso, y cada vez más difícil. Y es que el cuadro político e institucional de la nación, lamentablemente, así lo impone.
Ante la opinión del TSJ sobre la “continuidad” del mandato del Presidente Chávez, la postergación indeterminada de su juramentación, y el coro uniforme y desafinado del resto de los poderes del Estado y del estamento militar, el poder, en cínico e indiferente pisoteo de la Constitución, se ha “blindado” ante las quejas y exigencias de respeto a la Carta Magna.
Somos extras ignorados de una película de terror de mal gusto, en la cual los protagonistas son también directores y libretistas de un guion macabramente planificado y escrito desde hace tiempo, y con varios actores internacionales que les hacen la comparsa en la escena con jugosa, petrolera y chulerica contraprestación.
La acción política, entendida como aquella conducta colectiva, organizada bajo reglas de juego claras y respetadas, en la consecución del poder, es hoy en nuestra patria una ficción, o una teoría de poética posibilidad pero de casi imposible concreción. ¿La razón? Todos los poderes del Estado responden a una élite, a un partido político, que no se plantea abandonar el poder, aun en condiciones adversas en términos electorales
El secretismo sobre la real condición de salud de Chávez, es una deliberada estrategia del gobierno que persigue, justamente, los fines ya comentados, esto es, aprovechar la confusión, impedir cualquier estrategia de la oposición y favorecer la acumulación de acciones y decisiones que hagan utópico un descalabro oficial, o inclusive, la necesidad de convocar elecciones, mientras un “sobrevenido” liderazgo emergente que estuvo siempre bajo la sombra del Caudillo ausente, gana tiempo y pericia política.
Lo más grave y paradójico, es que la sede del gobierno, en la práctica, se ha trasladado a la Habana, con la venia y traidora aceptación de una “revolución” que se autodenominaba soberana e independiente. El nuevo neocolonialismo del siglo XXI tiene así vergonzoso sello venezolano, y a su antillana metrópoli política y beneficiaria económica en la saludable y longeva dictadura comunista cubana.
¿Indica todo este cuadro que nada puede hacerse para enfrentar cívica y democráticamente a quienes hoy, pretenden bañarse de una dudosa “legitimidad”, para perpetuar un proyecto político? Optemos por pensar que sí, que vendrán acciones, movilizaciones, convencimientos y sobre todo giros radicales en las premisas y percepciones de la dirigencia de la oposición a quien una ciudadanía asombrada de tanto abuso impune, le pide respuestas.
Más allá de lo hermoso o conveniente y ciertamente necesario del discurso que demanda reconciliación y diálogo, estos 14 años nos han enseñado que este gobierno no negocia ni conversa con quien considera es su enemigo e inferior, sin derechos ni condiciones para exigir nada que no sea sumisión y aceptación conforme y complaciente de cuanto disparate adopte forma de decisión oficial. Sólo la presión popular, logrará quizá algún asomo de interés sobre el reclamo por el restablecimiento de la legalidad constitucional, mientras seguimos preguntando por el destino, el lugar y la condición de salud de quien fuera electo Presidente el pasado 7 de Octubre de 2012.
No nos sorprendamos. Han sido 14 años en los cuales este gobierno ha sembrado las semillas del total sometimiento de los poderes del Estado y de todas sus instituciones a la voluntad de una parcialidad, encarnada en la amalgama Estado-Caudillo-PSUV. Una siembra, regada con intolerancia , amedrentamiento y supresión de la acción empresarial y particular privada, que ha eliminado también esa fastidiosa y clásica separación de poderes, ese lastre incómodo y burgués signo de los contrapesos de cualquier sistema que se precie democrático. El resultado de esa siembra lo estamos viendo hoy, sin importar si Chávez está o no está. Estamos recogiendo… una cosecha hegemónica.
@alexeiguerra
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