#Opinión: EL IMPULSO Por: Carlos Mujica

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Lectura

¡Buenos días, señor EL IMPULSO! ¿Qué se siente vivir tanto? ¡Felicitaciones! ¿No le molestan tantos años? No me vea como un entrevistador. Me anima verlo dotado de tanta vitalidad. Es maravilloso como se conserva. Usted ha conseguido derrotar la edad; para usted parece no existir el tiempo. Usted se conserva siempre joven y lo más novedoso de todo es que usted no pierde oportunidad de informar todos los días. Su trabajo desborda lo normal y, sin embargo, nunca da señales de agotamiento. Noticias, crónicas, comentarios, reportajes, sociales, deportes, entretenimientos;  a usted nada se le escapa. Todo su quehacer goza de una vitalidad insospechada  y siempre con mucha actualidad. Hojear sus páginas nos impone colocarnos en la visión actualizada del diario devenir.
Nosotros, me refiero a todos los seres, sin excepción, y a mí, por supuesto, con el uso de las palabras en el habla todos los días desgastamos nuestra vitalidad; usted, contrariamente no la pierde; ¡cómo la mantiene! Nosotros cada día dejamos de ser los mismos; es como si estuviésemos constituidos de tantos “yoes” como los días que vivimos. Sólo el psicólogo tiene respuesta para esta digresión. Usted, en cambio, señor EL IMPULSO, apenas si se aplica retoques en su físico para seguir tan campante, pero su yo, en todo caso, es permanente; el suyo parece gozar de una inconmovible presencia. Nada ni nadie en ningún momento parece afectarle. Usted informa porque su cualidad más resaltante es la de saber escuchar.
El señor El Impulso permanecía inconmovible; no obstante, me dijo: -Le agradezco la sinceridad de sus opiniones. Permítame, señor EL IMPULSO que le cuente mis apreciaciones acerca de su juvenil longevidad. Lo atribuyo a que en todo momento usted ha tenido y disfrutado de una magnífica atención y supongo por  ello de su inquebrantable juvenilidad.
Ninguno de sus departamentos ni ninguno de los miembros de su personal se excluyen de su dedicación y cuidado para que usted, señor EL IMPULSO, nada le falte en sus exigencias. Todos, pues, están involucrados hasta la coronilla en la tarea de tu diario cuidado. Su vida y sú saludable y juvenil existencia depende de todos ellos. Tu presidente, tu director, tu jefe de redacción, tu jefe de información, tu jefe de corresponsalías, tu jefe de deportes, tu coordinadora de edición, tu coordinadora de redacción, tus amables secretarias, tus eficientes periodistas, tu jefe y personal de talleres, tu jefe de archivos, tus correctores de pruebas, tus recepcionistas, tu personal de publicidad y anuncios, tus etcéteras, todos sin excepción han hecho de usted con su dedicación un rival de peso Matusalénico. Por su longevidad se le ha dado el honorífico título de “El decano de la prensa nacional. Sin zalamerías, con su profesional responsabilidad usted se ha ganado la total admiración. ¡Felicitaciones, señor EL IMPULSO! Como columnista de su página de Opinión le estoy muy agradecido. Para la columna de mis crónicas usted ha sido un fiel editor. ¡Larga vida para su larga longevidad! Cordialmente del autor de la columna “Lectura”. ¡Un cordial saludo para toda su gente!

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