#Opinión: Aserrín de cofre de pirata (I) Por: Manuel Salvador Ramos

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Es un refrán cubano y he creído apropiado colocarlo como título por razones que muy bien comprenderá el lector al finalizar la lectura de estas líneas. Todo parte de  un comentario que lanzó el analista Carlos Blanco y el cual está asociado a la vergüenza histórica  que vivimos como sociedad, dado el  férreo dominio que ejerce el poder cubano sobre el gobierno venezolano.
La presencia antillana tiene todas las características de lo podría denominarse una ocupación territorial de baja intensidad, por lo que redes sociales, sitios web y un buen número de publicaciones escritas, tocan reiteradamente el tópico y han llegado a convertirlo en una comidilla de conversaciones cotidianas, ya que es visible a todo el país como los mas connotados dirigentes del PSUV usan el  puente aéreo que hay entre Caracas y La Habana, no con el propósito de intercambiar opiniones y oir instrucciones de su muy aquejado líder, sino con el fin de recibir pautas de la dirigencia cubana.
Ahora bien, el común de los venezolanos asume que todo ello opera de una forma coloquial y los jerarcas de la actual cúpula peseuvista oyen la cartilla de Raúl Castro en conversaciones que se suceden informalmente en los pasillos o en el cafetín del Cimeq. Esa forma rústica de percepción es inducida por el muy bien elaborado proceso  desinformativo que está detrás de todos los cometidos que provienen de Cuba, ya que de esa manera, desdibujando una compleja realidad estratégica dentro de un contexto de jocosidad, mientras los objetivos y propósitos trazados se van cumpliendo, la chanza de los corrillos sirve de cortina distractora.  Carlos Blanco manifiesta que mas allá del correveidile de las leyendas urbanas que tanto nos atraen, todo ese objetivo integral de dominación tiene como núcleo esencial los criterios elaborados y aplicados por el Buró Político del Partido Comunista de Cuba, por lo que trataremos de desentrañar los componentes de esa aseveración.
Los regímenes totalitarios que se fundamentan en la estructura de partido único, han  calcado sin mayores variantes el modelo leninista de organización que desarrolló tan característicamente la antigua URSS. Dentro de ese esquema Partido-Estado, los niveles máximos del ente político son los reales conductores del gobierno y la administración, por lo que el funcionariado burocrático, inclusive en sus niveles mas altos, solo es correa de trasmisión de los lineamientos trazados por el cenáculo partidista. Cuba es un ejemplo típico de esa concepción totalitaria, por lo que Fidel antes y Raúl ahora, como máximas cabezas de la estructura del partido, son también quienes desempeñan las máximas jerarquías estadales, pero apuntalándose para el ejercicio gubernativo en la élite del aludido Buró Político.
Después del período crítico que vivió el régimen cubano, al desaparecer la manutención soviética,  se le entregó a las Fuerzas Armadas toda la responsabilidad de los esfuerzos orientados a rescatar la caótica economía cubana, siendo desde entonces cuando el sector castrense ha venido copando privilegiadamente  la conformación los órganos de dirección partidista, principalmente de su Buró Político. Ya estando Raúl en pleno uso del poder omnímodo, su concepción militarista se ha implantado absolutamente y es así como luego del VI Congreso del Partido Comunista, celebrado en abril del 2011, el Buró Político fue reducido de veinticuatro a quince miembros, incluyendo su obvia presencia y la del segundo secretario del PCC, José Ramón Machado Ventura. El resto de los trece miembros está compuesto por un dirigente sindical, tres líderes provinciales del partido, dos ministros del área económica, el ministro de relaciones exteriores, el presidente de la Asamblea Nacional y cinco militares activos con mando de tropa, los cuales incluyen el general ministro del interior, Abelardo Colomé Ibarra, quien tiene bajo su control las llamadas Fuerzas Especiales del Minint y de todos los organismos de Seguridad; el actual ministro de las FAR, Leopoldo Cintra Frías, quien fue promovido a esa responsabilidad luego del deceso de Julio Casas Regueiro, el militar de mayor confianza que tuvo Raúl Castro mientras dirigió las FAR; los viceministros de la FAR, Ramón Espinosa Martín y Alvaro López Miera, y, por supuesto, el inefable Ramiro Valdéz Menéndez, héroe histórico de la Sierra Maestra que detenta el rango de “Militar Honorífico” y se ha desempeñado como Ministro de Relaciones Interiores  en dos ocasiones y como Ministro de las FAR en una oportunidad.

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