El productor y director cinematográfico Atahualpa Lichy vino hasta la ciudad crepuscular para presentar El misterio de las lagunas (Fragmentos andinos), su más reciente trabajo que este mes invade las salas de cine del interior del país.
Tras varias semanas de proyección en Caracas y luego de un año recorriendo los más importantes festivales de cine del mundo, este documental viene a mostrar lo mejor del gentilicio que habita en los apartados poblados del estado Mérida.
En el Cine Club Charles Chaplin del Colegio de Agobados, este experimentado director se sentó a observar la proyección de su trabajo, para luego conocer las impresiones del público.
Entre fragmentos
Las frías montañas de los Andes aún no son alcanzadas por el radiante sol que se ve al comienzo de El misterio de las lagunas.
Con este paisaje digno de fotografiar, inicia una presentación de fragmentos andinos que reflejan el modo de vida de su gente.
La música juega a favor de todos los elementos. Uno de los aspectos más resaltantes de esta producción es que cada tema que adorna historias y tradiciones fue concebido por la producción al dedicarse a crear poesías que luego fueran cantadas por importantes intérpretes de las líricas tradicionales de Venezuela.
Así, alejados del servicio telefónico y ni pensar en la posibilidad de conocer el Internet, los niños y adolescentes sonríen felices, aún más cuando llegan el Bibliomula a las comunidades.
Se trata del regalo que un locutor le da a los más jóvenes luego de recorrer hasta cuatro horas de camino en mula, para llevarles educación a través de los libros, aun en las aldeas más distantes de los nevados.
Luego, mientras suenan los violines como instrumento de gran importancia en la región, se presenta la procesión a San Isidro Labrador por las empedradas calles merideñas.
Otra de las tradiciones que se ve en El misterio de las lagunas es la de Los Bastones, una fiesta tradicional y religiosa con la que decenas de creyentes disfrazados, recorren las calles entre sonidos tradicionales.
En este documental, la fiesta de San Benito se deja ver como una de las manifestaciones de mayor importancia en Mérida, por la gran cantidad de personas que se congregan para agradecer a Dios por el cese de la guerra, mientras desfilan con las caras pintadas para semejar al Santo Negro. Una humareda provocada por mas de cinco mil kilos de pólvora en armas caseras, da cuenta de que llegó el 29 de diciembre para los meridenos.
Atahualpa Lichy no sólo quiso mostrar las tradiciones. También se enfocó en el estilo de vida de estos andinos y mostró desde la técnica casera para transportar el trigo a los lugares dispuestos para desgranarlo, hasta aquellas personas que aún guardan sus urnas debajo de la cama y pasan sus días preparados para la muerte.
La visión de Lichy
Luego de tres años y medio de trabajo para dar por terminada esta producción, Atahualpa Lichy reconoció que fue un trabajo arduo, ya que filmaron en lugares de difícil acceso. Pero el cine siempre será esa pasión que lo lleva a recorrer los más recónditos espacios.
Confesó sentirse agradado por ver que la manera de vivir de los merideños no ha cambiado en nada, pese a que el resto del país ha sufrido importantes transformaciones.
“Es bonito ver a esas personas contentas de vivir de una forma que para nosotros es imposible”, dijo Lichy.
Destacó que uno de los fragmentos que más le impactó fue la tradición indígena de Los Angelitos, que hoy día se hace a medias, pero hasta hace dos décadas atrás hacía que los niños fallecidos fueron llevados a una olla con verduras hirviendo y luego se tomaban el caldo, como ritual para los dioses. Los pequeños eran vestidos con alas y se llevaban en procesión hasta el cementerio.
Fotos: Simón Orellana