Planteamientos
En el artículo anterior nos referimos a la primera parte de un ciclo histórico que cumple la UCLA en los primeros cincuenta años de haber sido creada, situándose en el umbral del ciclo subsiguiente. De allí, el imperativo de reflexionar acerca de los retos y desafíos que deberá enfrentar. Por muy difícil que pueda parecer aventurarse a ello, convendría tener presente que la época actual discurre sobre parámetros diferentes a los tradicionales, donde la turbulencia y la incertidumbre, por ejemplo, se convierten en rasgos permanentes de tal manera que se tiene la sensación de que la crisis no tiene salidas. En gran medida, ello obedece a que las propuestas que se elaboran siguen ancladas en los códigos que proveen los viejos paradigmas.
El esfuerzo por romper con los modelos mentales en los cuales se ha soportado tradicionalmente la toma de decisiones para promover el cambio en las organizaciones, encuentra una fuerte resistencia al mismo. Las universidades no escapan a esta situación. Después de representar en su época de plenitud, el centro de generación y transmisión del conocimiento científico por excelencia, también su liderazgo hoy por hoy está en entredicho, habida cuenta que asistimos a un proceso de “desinstitucionalización”, dada la emergencia de nuevos modos de conocer y organización del saber. No obstante, no puede negarse que representa una institución referencial en este ámbito.
Estimamos que la denominada “sociedad del riesgo” como la califica Ulrich Beck o de la “sociedad de la decepción” como también la considera Gilles Lipovetsky, refiriéndose al ambiente característico del periodo de transición entre los dos siglos recientes, aparte de otras consideraciones, permite subrayar aspectos clave para la reflexión acerca del futuro que aguarda a las instituciones y, con más propiedad, a las de educación superior. El primero, efectivamente, es tener conciencia de lo que ocurre en el mundo de la ciencia, del conocimiento, es decir, de la magnitud de la ruptura epistemológica en curso. El segundo, indisolublemente ligado al anterior, se refiere a la comprensión de que el cambio es global, sistémico y complejo. Nunca antes el lema: “Pensar globalmente y actuar localmente” y viceversa, en términos de complementariedad, tuvo tanta vigencia al momento de evaluar el contexto desde la prospectiva, en eso de acercar el futuro al presente y plantearse la simulación estratégica de escenarios.
Más allá de que muchos lo perciban o no. Al margen de quienes juzguen que los cambios que se producen se corresponden con la llamada “segunda modernidad” o “modernidad tardía”, a decir de Junger Habermas, contrariamente a las tesis postuladas por los defensores de la posmodernidad, lo enteramente cierto es que tales planteamientos forman parte del debate que de un tiempo a esta parte se viene registrando en los círculos científicos e intelectuales de reconocida trayectoria académica, a escala mundial.
Ese tipo de debate, con todas las implicaciones que pueda tener en el mundo universitario, sostenemos que es crucial para el abordaje de cualquier proceso de cambio radical que pueda plantearse habida cuenta que estamos hablando de un tipo de institución cuya naturaleza misma no puede rehuir ni aplazarlo, dado el compromiso con los fines que aún conserva con base al conocimiento científico y tecnológico que debe generar, difundir y aplicar para la transformación de la realidad donde se desenvuelve. Aludimos a un cambio radical para contrastar el tipo de cambio que hasta ahora se promueve en muchas instituciones, en correspondencia con los citados viejos paradigmas y que en la práctica adquieren un perfil claro del típico cambio “gatopardiano”, desiderátum de la vieja estrategia de implementar cambios para que nada cambie. Obviamente, por esta vía, la universidad se desvincula cada vez más de la realidad.
En nuestra opinión, precisiones similares deben estar incorporadas en la agenda de discusión acerca del futuro de la UCLA y formar parte de la base filosófica, científica, teórica y conceptual que presida los contenidos programáticos que se administran. El nuevo ciclo histórico que se inicia, a lo interno, abre la posibilidad de asumir ese reto.
Continuará