Del Guaire al Turbio
Mi artículo anterior, “Rumores y verdad”, despertó tanto elogios, que mucho agradezco, como críticas, que igualmente agradezco. Para los autores de éstas, mis palabras desaniman al voto para las próximas elecciones trasladadas de abril a mayo de este año. No creo, porque mis artículos sólo los lee un reducido grupo de más o menos mi mismo nivel cultural y, francamente, estimo que éste tiene suficiente discernimiento y personalidad como para no dejarse influenciar por las opiniones de una anciana, ¡que vaya usted a saber si está en sus cabales! La gran masa del pueblo, la que finalmente decide el resultado de unas elecciones -si no hay manipulaciones fraudulentas previas o posteriores- sencillamente no me lee.
Mis críticos se escandalizarían aun más si hablo de un rumor que llegó del norte. Me lo callo, pero recuerdo el caso de un multimillonario que el presidente Roosvelt nombró embajador en China con la esperanza de que no lo compraran, como a los anteriores, los traficantes de drogas.
Pasado un tiempo el tipo le pidió al mandatario: “Sáqueme de aquí porque todo hombre tiene su precio”. Ese precio no siempre es dinero, para el hugonote Enrique IV París bien valía una misa. Y hay proposiciones más diabólicas a las cuales la gran mayoría de los seres mortales no tendría el guáramo de responder como la madre de los Macabeos o el coronel José Moscardó. Y me pregunto: ¿por qué se fueron Alfredo Peña, Manuel Rosales, Eduardo Lapi, Patricia Poleo…? ¿Evitaron correr la suerte de Simonovis, Vivas, Forero y Afiuni o algo todavía peor?
Entretanto, seguimos sin dilucidar entre verdad y mentira. La verdad es de Dios, la mentira es satánica. Satanás es el padre de la mentira y quienes mienten le rinden culto. En nuestro país este culto se ha extendido. Si lo practican los altos personeros del gobierno, ¿qué se puede esperar de los demás? Lo inconcebible es que esa gente acuse a la oposición de difundir falsedades, ¡cuando son ellos los que no atan ni desatan una verdad! El país está lleno de rumores por el silencio culpable en torno a la salud del ilegítimo. Esto ha sido, es, un juego macabro. En mi opinión hay dos alternativas: una enfermedad mortal explotada sentimental y políticamente o una salud para presentarla como un milagro. Por ésta han rezado tanto los hipócritas del gobierno como los sinceros de la oposición y viceversa. Me gusta más la franqueza con su toque de humor negro de un sobrino político mío: “Yo, si rezo por algo, es por la salud del tumor”.
Acabamos de entrar en un nuevo año con dudas y esperanzas, es decir, en medio de gran incertidumbre. ¿Hacia dónde va nuestro destino como nación? Va hacia donde nosotros mismos lo llevemos. Si nos dejamos arrastrar por el caudillo malévolo o sus herederos sin protestar, callando y aguantando, va hacia donde él siempre quiso: completar el caos y la destrucción que ha ido llevando a cabo con gran éxito.
En Venezuela inauguramos 2013 en medio de un gran desconcierto. Los herederos que acabo de nombrar se autocalifica cada uno como el apropiado para continuar la obra destructora del líder yacente… y también para otra continuación: seguir chupando del erario para nutrir las arcas personales, ¡cuántos caimanes aguaitando en boca de caño! Es triste pero yo no veo sino hipócritas, individuos mostrando un baboso cariño para cubrir su ambición. Nunca me inspiró confianza el del nombre piadoso, intuía que por ese lado podía venir la traición para el ilegítimo. El más sorocho que su apellido me parece un títere bobalicón encumbrado por un arte que no logro descifrar. Muy viejo está el peor de todos para aspirar a reinar, pero quién sabe, la fruición por el poder no envejece. Quizás hay otros por allí mas grises, más agazapados, pero con las mismas agallas. Se me viene a la mente el cara de culebra tocayo de James; cuando lo veía por televisión tenía la impresión que de un momento a otro iba a sacar su negra e inquieta lengüita. Y el otro, que sufrió coscorrones el 11 de abril de 2002, intermediario explícito con la guerrilla. Y el falso por antonomasia y presentador de la gallina. Un desfile de “próceres” de la mentada revolución en lista de espera.
Pero no nos desanimemos. Hay algo que nadie nos puede arrebatar: la esperanza. Ésta es una gran fuerza porque nadie que espera deja de luchar.
Aunque parezcamos y nos sintamos inermes, aún tenemos al menos dos recursos nada despreciable sobre los cuales insisto, reitero, animo, defiendo y exalto: la perseverancia del voto y la organización de la desobediencia civil. La una martillea, fastidia, debemos ir en masa para darles bastante trabajo tomando la huella, buscando en el libro, mojando el dedito, agobiar con nuestra presencia la jornada electoral. La otra sorprende, inesperada aquí y allá, desconcierta, asusta, también provoca caos, pero un caos constructivo, determinante, que le va dando forma y consistencia a la esperanza.
Yo no me desanimo, tú tampoco. Predica, contagia esa esperanza. Venezuela nos necesita con el coraje y el vigor de una fe que espera y alcanza.