Reflexión
Fue el titular de prensa que recorrió el mundo a finales de octubre del 2012. Y que el diario EL IMPULSO mostró en la sección de Internacionales, cuando el huracán, bautizado con ese nombre, pasó por la ciudad de New York haciendo estragos jamás vistos por los naturales de la capital del planeta. Y me parece propicio recordarlo ahora, a comienzo de este 2013, por cuanto, lamentablemente estos eventos seguirán sucediendo.
La verdad, esa frase me impactó más allá de los daños físicos que produjo. Me impresionó más la connotación de la misma que la información traída acerca de las pérdidas humanas y materiales. No porque no nos interese el dolor humano. Sino por la trascendencia espiritual que todo eso conlleva. Por el trasfondo religioso que necesitamos conocer. Al leer aquellos titulares con la boca abierta, vino a mi mente un texto bien emblemático de la palabra de Dios. Que nos alude directamente a los cristianos, a quienes se le ha dado la Gran Comisión de presentarle al hombre, el plan de Salvación de Dios para la humanidad. Y que por decisión propia no lo estamos haciendo. Seguramente muy ocupados en nosotros mismos o en temas que no tienen ninguna trascendencia eterna, como la política o el afán de hacer fortunas.
Recordé de ipso facto la amonestación que Jesús hizo a los fariseos cuando hacía su entrada en Jerusalén y la gente le alababa con gritos de alegría.
“Decían: «¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo! ¡Gloria en las alturas!» Luc.19:38. Entonces, estos, preocupados, propusieron que les mandara a callar “Le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos. Y él respondió: «Os digo que si éstos callaran, las piedras hablarán».Vers.39,40. Y es precisamente eso lo que está sucediendo. Lo que nosotros, como garantes de la palabra de Dios no hacemos, otros lo están haciendo. Y eso es triste.
Fue lo que se me vino a la mente. El hecho que la prensa mundial esté develando, aún sin darse cuenta, lo que Dios ya ha alertado. Situaciones que se van a seguir repitiendo en el poco tiempo que queda. Las grandes potencias del globo terráqueo serán objeto de acontecimientos que sacudirán sus cimientos físicos, históricos, económicos y sociales. Dios a través de la fuerza de la naturaleza les está enviando la última advertencia a la humanidad. Que vean las generaciones presentes y futuras, que de nada sirve el poderío material, guerrero o político, cuando Dios permite que sucedan las cosas. De nada valen los adelantos científicos, el desarrollo vertiginoso de la tecnología. Y mucho menos las explosiones de sabiduría humana cuando Dios habla a través de la lluvia, de los vientos y de la corteza terrestre. Allí, el hombre y su ego quedan tristemente doblegados.
Según wordreference, doblegar es torcer, doblar, flexionar, ceder, someterse, resignarse, humillarse, acatar, acceder, aceptar, plegarse.
Entendemos entonces, que el doblegado goza de un poder sostenido. Y cuando decimos, que fue doblegado, estamos diciendo que otro mayor sometió su orgullo, su petulancia, su autosuficiencia. Lo derrotó, lo humilló. Lo hizo morder el polvo. Le dio una dosis de su propia medicina. Le pateó el trasero para que aprenda. Lo mismo hace Dios con un mundo ensordecido. Pero con la diferencia que lo hace con amor y dolor en su corazón. Siempre esperando que la humanidad le oiga y se arrepientan de sus pecados. Y lo explica con dos preguntas. «¿Acaso me complazco yo en la muerte del impío? —dice el Señor, el Eterno—. ¿No vivirá, si se aparta de sus caminos?”Eze.18:23
Si, cuando vi el titular me quedé meditando. Recordé un artículo publicado por mí, cuando el terremoto de Japón en Marzo del 2011. Escribí: “El hombre debe sufrir el producto de su error y esto le servirá para recapacitar y rectificar la conducta equivocada que mantiene. En consecuencia, lo que sucedió en Japón, lo seguiremos viendo, hasta que El Señor venga por segunda vez”. Estaba alertando en aquel entonces, que vendrían más convulsiones naturales, calamidades, que Dios utilizará para llamar la atención del mundo, se arrepienta y se prepare para su Segunda Venida. Pero no por maldad. “Porque Dios no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres”. Lam. 3: 33. Pero, seguirán sucediendo.
“Nuestro Padre celestial no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres. Tiene sus propósitos en el torbellino y la tormenta, en el fuego y el diluvio. El Señor permite que las calamidades sobrevengan a su pueblo para salvarlo de peligros mayores.”¿Qué les parece? Elena de White. !Hasta el martes Dios mediante! “¡Cuántos celebran El nacimiento de Cristo y Cuán pocos, sus preceptos. ! Oh! ¡Es más fácil de mantener días de fiestas que Mandamientos.
” Benjamín Franklin. [email protected]