El hambre no se detiene, pero el gasto militar y la venta de armas tampoco. Los Estados miembros del G-8 producen, cada año, el 84% de las exportaciones de armas en el mundo. Invierten en la industria armamentística diez veces más que en la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD).
Estamos lejos de erradicar el hambre porque en el planeta, hoy, se gastan 900.000 millones de dólares en defensa, unos 325.000 millones en subvenciones a la agricultura y sólo entre 60.000 y 100.000 millones en ayuda para el desarrollo.
Desde 1999 hasta el 2010, los países de África, Asia y América Latina han gastado más de 87.000 millones de dólares en armas, una media anual de unos 22.000 millones de dólares. La FAO asegura que bastarían 25.000 millones al año para reducir a la mitad el hambre en 15 países de Latinoamérica y África antes de 2015 y salvar de una muerte segura a 900.000 niños.
Al comparar el gasto militar total del mundo, destaca Estados Unidos con 711 mil millones dólares al año, lo cual representa el 48% del total mundial mientras toda América Central y Sudamérica con un consumo de 30 mil millones anuales alcanzan un 2%. Europa con un total de 289 millones de dólares se sitúa en el 20% del total mientras que Rusia alcanza el 4%.
Sólo en la Guerra de Iraq, desde 2003, EEUU ha derrochado más de 300.000 millones. En términos económicos, la guerra de Irak es la segunda guerra más onerosa en la historia militar de Estados Unidos, sólo superada por la Segunda Guerra Mundial que supuso el despliegue de 16,3 millones de soldados. No obstante, si en la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos gastó anualmente menos de 100 mil dólares por soldado, hoy en Irak gasta más de 400 mil.
Un estudio de la Universidad de John Hopkins calcula que entre marzo de 2003 y junio de 2006 murieron aproximadamente 650 mil iraquíes a causa de la invasión. De acuerdo con un estudio más reciente, la cifra de iraquíes muertos sobrepasaba el millón (Opinion Research Business, 2007). A estos números, habría que añadir la muerte de los soldados estadounidenses, de las tropas de otros países, de las fuerzas de seguridad iraquíes, de los contratistas, de los periodistas y de los cooperantes y trabajadores humanitarios.
De los 3 billones de dólares proyectados por Stiglitz y Bilmes, sólo un tercio de esa cantidad sería gasto operativo (2003-2017). Las restantes dos terceras partes comprenden los costes del cuidado de los veteranos (630 mil millones de dólares), otros gastos militares (267 mil millones) y el pago de los intereses derivados de la financiación de la guerra (616 mil millones). Estos costes, sumados al gasto operativo de la estimación realista (1,14 billones), elevaría el coste total a 2,65 billones de dólares, cifra que los autores redondean en 3 billones.
Para el final de 2008, las guerras en Irak y Afganistán habrán incrementado la deuda pública en más de 900 mil millones de dólares. A los 3 billones de dólares, habría que añadir unos estimados 840 mil millones por concepto de la guerra en Afganistán. La Administración de Bush no sólo fue engañosa respecto a la casus belli de su intervención, sino que también fue irresponsable respecto al coste de la guerra, que «vendió» como fácil y barata. Antes de la invasión, el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld declaró que la guerra costaría entre 50 y 60 mil millones de dólares, cantidad que hoy en día se gasta en tres meses de operaciones. Andrew Natsios, el entonces Administrador de la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), declaró que la reconstrucción de Irak ascendería a tan sólo 1.700 millones de dólares.
Con 3 billones Estados Unidos podría haber financiado su sistema de seguridad social para casi medio siglo. Con 1 billón de dólares se podrían haber construido ocho millones de viviendas sociales, con esta cantidad se podrían haber becado la carrera universitaria de 43 millones de estudiantes en universidades públicas. Con una fracción del estimado coste de la guerra podría haber cumplido su compromiso de destinar el 0,7% de su PIB a la ayuda al desarrollo, y así avanzar en el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Diez días de gastos militares en Irak (5 mil millones de dólares) equivalen a lo que Washington destina en todo un año en ayuda al desarrollo de África, el continente más pobre del mundo.
Con estas cantidades se podría haber mejorado la vida de millones de personas, que a su vez podría haber redundado en una mayor seguridad y bienestar. Continuará…