La elección de la directiva de la Asamblea Nacional, el pasado 5 de los corrientes, reforzó el ambiente artificial e interesado de zozobra que asfixia al país. En lugar de transmitir confianza, acentuar la estabilidad institucional, y, en definitiva, acreditar el resultado de los últimos comicios realizados, la dramática y ya escasamente silenciosa confrontación interna en el oficialismo tiene por paradójico desenlace su propia corrosión.
Pretendiendo desconocer las realidades, la dirigencia decisiva del partido gubernamental incurre en la temeridad de confrontarse so pretexto de la enfermedad presidencial. Evidentemente, tardó en sesionar por el difícil debate que produjo la múltiple jefatura que es la de la supervivencia de los intereses que la sostienen, imponiendo una fórmula – ¿cuán provisional será? – cubierta por el acostumbrado oropel revolucionario que, por cierto, impidiese –como ocurrió- una sincera evaluación de la gestión realizada en 2012.
Evitando una crónica de la aludida sesión, concluyamos que los cazadores de fantasmas convinieron en la privatización de un acto que ha de ser de Estado, para protagonizar otro que es el de la tormentosa conducción partidista. Y, aunque discrepamos de algunos de los planteamientos realizados, la oposición democrática ratificó el estricto apego a las soluciones constitucionalmente previstas para la difícil coyuntura que se avecina. Valga la coletilla, los harto conocidos señalamientos realizados por juristas como Allan Brewer-Carías, Manuel Rachadell o Asdrúbal Aguiar, concisos y directos, no conocen de ninguna refutación por los letrados del régimen.
Ahora bien, el problema no está en que el oficialismo repita tan enfermiza conducta, pues, de una u otra forma anunciada por ellos, la muerte de Chávez Frías no significará la pérdida inmediata del poder, sino en que la oposición sepa responder cabalmente a las circunstancias. Y, al respecto, es muy clara la advertencia del día 5 para un gravísimo día 10 en el que quizá, maniobrando, ni siquiera convoquen a la debida sesión parlamentaria.
Podrá decirse de las vacaciones decembrinas, añadida la confianza en la delegación de los asuntos políticos, pero lo cierto es que no hubo una previa reunión y discusión total ni parcial de los diputados de la oposición, ni de las direcciones partidistas de adscripción. Son variados los escenarios y hasta impredecibles las consecuencias que pudieran provocar algunos torpes caprichos personales, merecedores de la insustituible consideración y trabajo compartido de los diputados, en sintonía con los aportes que las otras instancias – subrayemos – colegiadas de conducción puedan lograr.
Gravitando por siempre en la hora de todos los peligros, es necesario acertar frente al enigma del 10. Enigma injusto y asombroso, porque nos devuelve al siglo XIX, que creímos superado.
@luisbarragan