Lectura
“A un noble amigo de Buena Vista”
El pensamiento se va con el alma. El pensamiento no es el alma. Es el producto de un proceso psíquico propio de ciertas especies animadas. El alma no anida el interés que desconoce. El interés y el conocimiento son manifestaciones mentales que conciben ideas netamente racionales en los individuos normales. Es imposible demostrar el alma como resulta imposible demostrar la realidad de Dios. No porque no sean, sino porque las cosas sublimes escapan a la vulgaridad de la materialización. Las cosas son vulgares porque lo común no les afecta. Pero Dios y el Alma son cosas sublimes para el criterio general.
Platón hizo un gigantesco esfuerzo intelectual para plasmar en sus diálogos la idea del alma. Sócrates, el interlocutor principal en sus diálogos, en los días en los cuales debía beber la cicuta, en conversación con sus amigos que le visitan en la celda, señala que para el filósofo la importancia de la inmortalidad del alma pura. Pero tanto Platón como Sócrates tratan del alma con visiones impregnadas de comunes consideraciones y esto entorpece el propósito. De modo que cuando lo racionalizo incurro, sin proponérmelo, en una deformada visión del alma.
La morada de los dioses no es la morada del alma porque no la tiene; ni divina puede ser aunque esta condición es de propiedad de las cosas como ella. Como la energía, el alma es inmortal. Imaginemos el ser del mundo sin la energía; es inconcebible. No hay esencia que conduzca al filósofo y a quienes no siendo filósofos a la predestinación después de la muerte. El alma como la armonía no es un medio para los sentidos. El pensamiento como recurso insustancial que no necesita de la palabra, pero que es común expresarlo en el discurso, es lo único de origen sustancial que comulga con el alma. Porque el pensamiento como el alma se piensa y nada más; la negación del alma indemostrable es algo así como una quimera.
La vida sin el alma es inconcebible. La vida es una pregunta cuya respuesta insustancial como el alma es el alma. Con la muerte, el alma abandona la vida; la vida es el alma. De modo que, siendo la vida el alma, la vida entonces es la demostración del alma. Más allá de la muerte no hay facultad que la haga parlante. El habla es un recurso material solamente practicable por el ser cuando el alma en su acompañamiento con el cuerpo se hace vida. El alma no es la energía del organismo ni la actividad coordinada y armónica de los seres vivos. Nada de lo expuesto es asociable o comparable con el alma. El alma vida es como el ser del organismo.
En el plano del alma, las almas son el alma. El alma, pues, es una cualidad que otorga la vida. El alma con el pensamiento ocupan como medio sublime el indeterminado lugar de dar la vida. Es vida el alma. ¡Y no se concibe una explicación sublime de qué es la vida!
¿Qué es la vida a la cual nacemos sin que lo hayamos solicitado; con un organismo del cual no estamos del todo conformes y destinados inevitablemente a la muerte? Ninguna de estas interrogantes incumbe al alma. Pero en la figura pasiva de la vida se incorporan a ella en la realidad; discreta y eterna, la vida vuelve a su origen, al alma.
