Justo Pino es un cabudareño con múltiples habilidades

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Al entrar a la casa de Justo Armando Pino Valero, da la impresión de estar en un museo de arte, pues destacan obras en óleo deste el corredor hasta el taller de carpintería, ubicado al fondo.

Las obras, por supuesto, elaboradas por sus ágiles manos en confabulación con su vasto imaginario.
Las mesas, sillas, atriles, nichos, marcos, ventanas, todas en madera, son elaboradas por su ingenio y habilidad.

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Las artes manuales
Asegura, en íntima entrevista con EL IMPULSO, que su inclinación, desde muy pequeño, siempre fue hacia las artes manuales.

-Todo lo que era un trabajo manual me llamó la atención. El poder construir algo, saber cómo hacerlo y perfeccionar el arte, era un reto para mí expone con vehemencia.

Desde niño practicó, de forma autodidacta, la pintura, el dibujo, “y luego vino la escultura”.

En un aniversario de Fetralara, en 1990, participó con su obra El Trapiche, un pasaje inspirado en la Hacienda Santa Rita de Cabudare, pintura que obtuvo el primer lugar.

En el Salón de Pintura Héctor Rojas Meza, destacaron las obras de Justo Pino: 22 muestras que evocaron escenarios de Cabudare antiguo.
El punte Rojas Paúl o Libertador, Puente Nicolás Patiño, Bolívar Bajo La Ceiba, Las pilas de agua, el sistema de recolección de los desechos tirado por mulas, Monumento La Cruz Salvadora, el antiguo Mercado Popular o Municipal, capillas Santa Rita y Nuestra Señora de las Mercedes, la Iglesia San Juan Bautista, Hacienda Santa Bárbara, entre otras obras de Cabudare, se apreciaron en diferentes exposiciones.

La construcción de bonsái

Cultivar árboles en macetas o materos, son otras de las inclinaciones de este multifacético personaje cabudareño.
Desde hace 11 años, se dedica con afán a construir estos pequeños arbustos.

-Desde hace treinta años comencé a cultivarme sobre este arte ancestral, hasta queme consagré de lleno, resume con alegría.

Empecé a comprar pequeñas bandejas, sostiene, y sobre el ensayo y error, cultivé algunos arbolitos que hoy sobrepasan los diez años.

Narra sin aires de presunción, con una mano en el mentón y cerrando los ojos para recontar, que posee más de 550 bonsái.

Hablamos de dama preciosa, trinitarias, hojas de corazón o amates, cactus, granada, guanábana, cica, cambur, pinos azules, cujíes, jade, ficus en variedad, manzanita, mandarina, naranjas, pumarosa, palmas, araguaney, piña de jardín, refiriéndose a las especies.

Al ser consultado sobre la venta de los bonsái, respondió que los cultiva para él, su esposa Carmen Teresa Borges y sus dos hijas: Manuela y Betsavett, “porque cuando uno tiene un arte, y lo pone en práctica, la obra es de quien la necesite”.
Fotos: Luis Alberto Perozo Padua

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