Pecado de muerte
Vinicio Guerrero Méndez
Cuando Dios prefirió no forzar al hombre a permanecer sin pecado, también renunció al poder de obligar a un pecador a arrepentirse.
El pecado de muerte es el estado de la persona que ha escuchado el pecado y se ha negado a escuchar a Dios tan a menudo que ama su pecado y lo considera la cosa más normal y agradable del mundo.
Hay dos clases de pecadores, los que pecan contra su voluntad, y los que pecan deliberadamente. Los primeros están “dentro de la esfera del perdón”, pero para los segundos “la idea del arrepentimiento no puede entrar en sus cálculos”. Esto no significa que no debemos seguir orando por los que se han apartado de la senda de justicia.
Algunas personas en la Biblia cometieron tal pecado. Moisés lo cometió, se enojó con los Israelitas cuando andaban en el desierto porque se quejaban por segunda vez de que no tenían agua. Esta segunda vez Dios dijo a Moisés que hablara a la piedra y saldría agua. Pero en vez de hacerlo Moisés le pegó a la piedra dos veces.
El no obedeció a la letra y aunque Dios le restauró por una temporada nunca pudo entrar a la tierra prometida. (Núm. 20:12) Murió antes de su tiempo (Éxodo 17:6). Cometió un pecado de muerte.
El Antiguo Testamento nos habla del pecado intencional, el pecado que se cometía con “soberbia” o con intención expresa (Núm. 15:30-33). Para este tipo de pecado el sistema de sacrificio no tenía una solución, la persona sencillamente tenía que morir.
En Hechos 5:1-11 Ananías y Safira mintieron a Pedro, su líder, y así también a Dios. Dios les quito la vida de inmediato.
¿Qué es entonces un pecado de muerte? Para Moisés fue una falta de obediencia y el enojo. Para Ananías y Safira fue la mentira -eran hipócritas- decían una cosa pero vivían en otra forma. El pecado de muerte es diferente en cada caso. Pero lo importante de reconocer es que existe tal pecado, y si seguimos en el pecado Dios tiene el derecho de quitarnos de este mundo porque hemos herido su obra.
En suma, no podemos saber con certeza cuándo una persona se ha alejado definitivamente de Dios. Debemos orar mientras la persona tenga vida debemos continuar orando, porque nuestra parte es poner en práctica la voluntad de Dios, quien quiere que “se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acción de gracias por todos los hombres”(1Tim.2:1).
¡La oración! No la dejes nunca por nada. Ella da brillo a tus ojos, ardor a tu corazón, fuerza a tu voluntad. Persevera todos los días, sin desistir y Dios te escuchará.
Afectuosamente,
Imperfecto.