#Opinión: Lecturas de la complejidad política Autor: Alexis J Guerra C

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Son numerosas las opiniones vertidas que se vierten en los diarios y medios de comunicación en ocasión de los procesos electorales. Más allá del hecho noticioso, a menudo quien pretende encontrar alguna luz para discernir con propiedad las causas de los resultados y sus probables consecuencias, se encuentra con un alto grado de opacidad que se lo impide. Una razón, entre otras, tiene que ver con la manera cómo se interpretan y se muestran los sucesos, desde la óptica y los intereses que a conveniencia suelen traducir un mensaje para aquellos lectores y electores desprevenidos que es importante retener. La finalidad política así lo requiere en aras de una ideología que en algunos casos se manifiesta abiertamente y en otros no, dependiendo de los interlocutores, su nivel de compromiso, su pragmatismo, sus valores y aspiraciones.
Con relación a la nueva manera de conocer la realidad – y la política y lo electoral es parte constitutiva de aquella – desde hace décadas atrás hay un cuestionamiento firme al denominado “paradigma de la simplificación” cuyos viejos códigos no proveen de las herramientas cognitivas adecuadas para leer un evento, una coyuntura, una estructura, que como proceso social reúne la característica, paradójicamente hablando, de lo uno y lo múltiple simultánea e indisolublemente asociados, además, a lo que Edgar Morín (Introducción al pensamiento complejo. Editorial Gedisa) califica como “la inteligencia ciega”.
Una lectura simplificada de la realidad política y electoral venezolana impide entender que el triunfo del 16 de diciembre no está aislado del 7 de octubre ni de la gestión gubernamental en curso desde hace más de un decenio, con un récord de subprocesos comiciales en los cuales la incertidumbre, lo aleatorio, las interacciones y retroacciones hacen evidente el grado de complejidad presente en una dinámica de continuidad permanente. (A. Quiroz Corradi los considera: “Un crimen casi perfecto”, que de ser así, implicaría a la mayoría de los venezolanos como cómplice).
Lo específico-particular de cada entidad federal aflora en el contexto nacional sin que pueda establecerse un patrón determinado con argumentos válidos en unos casos pero que contradicen otros, tanto en las explicaciones del sector gubernamental como del sector opositor.
La abstención, dentro de la tendencia histórica, tuvo registros diferentes e incidencias que marcaron triunfos y reveses. La maquinaria electoral mostró despliegues distintos para ambos tipos de elecciones. Estados donde Chávez perdió ahora ganaron sus candidatos y lo contrario. Nadie puede alegar que los gobernadores opositores no contaron con recursos humanos y materiales para darle soporte a la estrategia electoral. Ni tampoco reconocer que la descentralización que tanto defendían nunca la aplicaron al interior de sus estados. Se consuelan ahora mostrando a las capitales como bastiones electorales.
Una lectura simplificada de la derrota de Elías Jaua la explica, por ejemplo, mediante la abstención, pese a que “nuestra logística funcionó” o que “los electores no votaron para ratificar una gestión porque esa gestión no existe”, en palabras del coordinador de campaña. Y agrega esta perla: “En Miranda la clase media vota porque se identifica con el planteamiento político general del candidato Capriles”.
Quienes leen la realidad electoral y exaltan el triunfo de Henrique Capriles y de Henri Falcón por su liderazgo y la cohesión social alcanzada, no pueden pasar por alto a Liborio Guarulla (Amazonas), ni al resto del mapa político venezolano. Si se habla de crisis política profunda, según los dirigentes de la MUD, no creo que la dirigencia del GPP y del PSUV comparta ese criterio frente a la “hegemonía democrática bolivariana” o poder político real que alcanzaron. Más bien aquella visión debería tornarse autocrítica y comenzar por revisarse el ombligo con miras a una estrategia más acertada para “pasar de la actuación política mediática a una actuación política de fondo que conecte con las necesidades de la gente”. (Ramón José Medina, dixit).
La persistencia del argumento del fraude y del ventajismo electoral articulado al criterio de que sin elecciones libres no hay posibilidad de triunfo, es posible que operase como un boomerang para el desencanto en el sector opositor.
Unas lecturas más cercanas a la complejidad política del tiempo electoral por venir pueden ser garantía de un Feliz Año Nuevo.

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