Casi sin darnos cuenta, se nos va otro año. Tengo la sensación de que con sus primaveras, veranos, otoños e inviernos pasan cada vez más rápido. Los míos se me escapan entre los dedos escribiendo, cantando, pintando y llorando por mi país maltratado, sometido.
Vemos transcurrir los días como si nada ha pasado. Se acabaron los versos y mensajes bellos por estas fechas. Mañana será lo mismo. Llegará la Divina Pastora, después el carnaval, la Semana Santa, el inicio escolar, la pelota profesional, y una nueva Navidad con más cosas que lamentar y menos por celebrar en una Venezuela deteriorada con su pelo blanco y más arrugas.
Es verdad que en el umbral de otro año siempre hay ilusión y alegría dentro de una fiesta de afectos, pero ahora, en medio de nostalgia y depresión ante los acontecimientos que desencadenan la situación económica complicada, el alto costo de la vida, desempleo o pérdida del poder adquisitivo, en un país que puede definirse por la corrupción que se ha ramificado como la metástasis de un cáncer, por la delincuencia común que compite por transformarse en la primera calamidad nacional.
Esta Venezuela de acá, la de todos los días está en deuda con esa otra que exige menos acoso económico, menos crímenes, menos vagabunderías, mejores hospitales, mejores carreteras, mejor educación y menos conceptos comunistas. Es la gente revolucionaria la que debe mostrar su sensibilidad por la de allá, para que las dos Venezuela se encuentren.
No obstante, recibamos este 2013 llenos de optimismo y sin prejuicios, porque la vida es más bonita cuando se nos presentan retos. Que cada quien sea como el agua que no daña, que no señala, sin desagravios, y que por el contrario se adapta a toda situación, se modifica para amoldarse al ambiente en el que se encuentra sin querer ocupar más espacio del provisto, sin querer resaltar ni figurar, que es capaz de brindarse sin reserva a quien lo apremie, y que sin tener ningún sabor, olor o color, es capaz de saciar la sed de cualquiera. Entonces encontrarás un nuevo y poderoso sentido a tu existencia.
De todo cuanto traen estas fechas, lo más hermoso es la paz, la alegría y esa luz cálida que siente en su interior cada uno de los hombres de buena voluntad. Es la ratificación de las creencias en el luminoso futuro de la humanidad.
En este nuevo corte de caja, es decir, el recuento y el balance, rehacer la agenda pendiente, despojémonos de cualquier pesimismo pidiéndole al nuevo año que no nos traiga tomates a treinta bolívares el kilo, pollo a 40, IVA más alto, los artículos de primera necesidad por las nubes, y menos ordenanzas como la del cinturón de seguridad que alimenta el “vamos a negociar” de funcionarios policiales y de tránsito, entre otras.
Limitemos los deseos hasta donde nos arrope la cobija. Que no sufra nuestro Presidente por su maltratada salud en medio de un cáncer que según él, ha superado, que no nos abandone la mujer, y como entona Tony Camargo en su eterno “Año Viejo”, nos deje una buena suegra.
El caso es que el tiempo pasa volando y muchos quisieran detenerlo para recrearse esos momentos sencillos, cálidos, íntimos. El ser humano nace para la excelencia, es su propio amo, su propio dueño en el sentido de que debe tener la libertad, sin limitaciones externas para gerenciar su voluntad de realizarse, de perfeccionarse, de optimizar su bienestar sin afectar la dignidad, la moral, todo bajo el poder de Dios, porque sin él nada podemos hacer. Debemos ofrecerle nuestras obras, nuestras oraciones y nuestra actividad.
Esto es precisamente lo que Dios reclama a diario de cada hombre. Obras de sus propias manos. Obras que promuevan a otros hombres y protejan su camino. Actividad intensa en el trabajo creativo y en la oferta de amor y comprensión a todo el que necesita pan y vestidos, medicina para su cuerpo y consuelo para su espíritu.
Comencemos el nuevo año con mayores ilusiones obligados al optimismo en tiempos de crisis, capaces de salir de ella porque todavía hay mucha gente decente, sensible y dispuesta a ayudar. Es increíble la resistencia y capacidad de recuperación que tenemos incluso los más frágiles. Quizás sea la esperanza lo que nos hace seguir. Quizás el amor.
Y en ese camino, al final llegará esa luz que estamos esperando. Tiene que llegar, porque existe. Solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para volver a creer en el amor, mirar todo lo que la vida nos va regalando a nuestro paso, entre golpe y golpe, que eso está en el contrato.
Ustedes, caros lectores, que siguen permanentemente nuestros artículos, son los responsables de que sigamos creyendo y levantándonos cada mañana con más ensueño.
Por eso quiero que las palabras sean santas y los deseos de paz los más sinceros que se produzcan en la hora más bella de diciembre. Y cuando digamos ¡Feliz Año!, tengamos presente que la verdad se iluminó en Belén a través de una estrella, y la humanidad se guía por ella para alcanzar un destino definitivo de bondades.
¡Feliz año!