Los cimientos de la política venezolana se encuentran en pleno movimiento, como placas tectónicas su desplazamiento es apenas perceptible en la superficie. La magnitud de sus efectos se sentirá en su momento, y sorprenderá a más de uno. El país se encuentra en pleno proceso de reacomodo político, el antagonismo de dos bloques empieza a resquebrajarse con la única certeza que nadie sabe con seguridad la nueva conformación de fuerzas políticas que terminará dominando la vida política de los próximos años.
Ante este panorama la inestabilidad salta a la vista, la cual de por si no es negativa, siempre y cuando prevalezca la racionalidad política y no la irracionalidad colectiva. Para ello, el Diálogo es fundamental, entendido éste como el reconocer en quien piensa distinto un adversario y no un enemigo. Paradójicamente esta realidad le da mayor complejidad al proceso político que encara el país dado que en política “el adversario se encuentra en frente, y el enemigo se encuentra adentro”, de ahí que los cambios por venir dejarán a quien entiende el mundo en blanco y negro perplejo.
Por lo complejo de los tiempos por venir se requieren liderazgos capaces de moverse entre las aguas de la irracionalidad colectiva, fomentada por años de enfrentamiento, y la racionalidad política, capaz de buscar puntos de encuentro entre quienes piensan distinto. Dependiendo de la lógica que prevalezca los cambios serán favorables o no para el país.
Aunado a esta realidad latente, cuya lógica es la de adversarios conocidos, surgen los enemigos desconocidos, quienes desde las propias filas empiezan a moverse. Aquí el diálogo se dificulta dado el carácter personal que adquieren estas relaciones, y solo es posible esperar reencuentros en la medida que los intereses coincidan. Entramos pues, en una etapa de táctica política, donde los movimientos son calculados y los paradigmas que se construyeron durante estos años serán derrumbados. En el medio se encuentran miles de personas quienes ya se acostumbraron a una forma de entender el país, que en términos simplistas se les presenta como de “buenos” y “malos”, quedando ahora de manos de quienes asuman el liderazgo en esta etapa replantear esta realidad, o por el contrario exacerbarla en contra de las corrientes subterráneas que buscan soluciones políticas para el porvenir de Venezuela.