La amenaza no vendrá del cielo, podría estar en la Tierra

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Diluvios, tempestades de arena, calabazas hambrientas, fuegos universales… el temor de que el mundo se va a acabar ha estado presente desde el comienzo de la humanidad, adquiriendo características diferentes según las civilizaciones y el nivel de conocimiento.
Recientemente, el terror del fin del mundo resurgió en forma de catástrofe ecológica, de “invierno nuclear” o de asteroide gigante, motivado por la teoría Maya y el fin del ciclo largo de su calendario previsto para el 21 de diciembre de 2012.

“Antes del monoteísmo, las civilizaciones temían que estos ciclos naturales acabarían un día. Muchos ritos estaban asociados a este miedo”, explica a la AFP el historiador Bernard Sergent, autor del libro El fin del mundo.

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Así, “los aztecas consideraban que cada 52 años el Sol corría el riesgo de desaparecer y hacían sacrificios humanos para garantizar su renacimiento”, señala este especialista de los mitos, que evoca también narraciones del fin del mundo en Mesopotamia y en la antigüedad griega y romana, entre otras civilizaciones.
El mito del diluvio universal es uno de los más antiguos, anterior al del Arca de Noé del Antiguo Testamento.

Advertencia de científicos
La supuesta profecía maya del fin del mundo no se cumplirá según lo explicado por científicos del mundo y de la propia NASA para desmentir los rumores de una catástrofe. Pero, muchos consideran que el Apocalipsis ya comenzó y advierten que la agonía será lenta.
“La idea de que el mundo se acabará súbitamente, por una causa cualquiera, es absurda”, declaró David Morrison, científico de la NASA y especialista de la vida en el espacio.

“La Tierra existe desde hace más de cuatro mil millones de años, y pasarán muchos más antes de que el Sol vuelva inhabitable nuestro planeta”.

En unos 5.000 millones de años, el Sol se transformará en “gigante rojo”, pero el creciente calor habrá, desde mucho antes, provocado la evaporación de los océanos y la de-saparición de la atmósfera terrestre. El astro solar se enfriará después, hasta extinguirse, pero eso ya no nos concernerá, explica.

“De aquí a entonces, no existe ninguna amenaza astronómica o geológica conocida que podría destruir la Tierra”, asegura David Morrison.

¿La amenaza podría venir del cielo, como evocan algunas grandes producciones de Hollywood que describen gigantescos asteroides que chocan con la Tierra?

Una catástrofe similar, que implica un astro de unos 10 a 15 kilómetros de diámetro, cayó sobre la actual península mexicana de Yucatán, causando probablemente la extinción de dinosaurios hace 65 millones de años.
Los astrónomos de la NASA descartan que ocurra una catástrofe similar, en un futuro previsible.

Cambio climático, una preocupación
Sobrevivir a una pandemia mundial de un virus mutante, de tipo gripe aviaria H5N1, podría ser más complicado, aunque “no provocaría el fin de la humanidad”, explica Jean-Claude Manuguerra, especialista de virología del parisino Instituto Pasteur.

El número de víctimas dependería de su magnitud, pero incluso un conflicto regional -como entre Pakistán y la India- bastaría para causar un “invierno nuclear” con efectos en todo el Planeta, tales como una caída de las temperaturas que volvería imposible la agricultura.

Pero los científicos se muestran más inquietos por el cambio climático, advirtiendo que el calentamiento del planeta es lo que más se parece a ese temido fin del mundo.

Y esta vez, no se trata de simples temores e hipótesis. Sequías, tempestades y otras catástrofes naturales se volverían más frecuentes e intensas con el alza de las temperaturas mundiales, señalan.

Esto equivaldría a un suicidio colectivo de la especie humana, advierten los científicos, para quienes es impostergable frenar el devastador calentamiento del planeta.

Mayas en calma
En medio del revuelo que genera en muchas partes del mundo la llegada del fin de un prolongado ciclo maya, una comunidad se toma con calma el arribo del 21 de diciembre: los descendientes de los mayas que elaboraron ese calendario.

Los 800.000 mayas que hay en México no constituyen la raza siniestra, recelosa, obsesionada con el apocalipsis que muchos describen.

En el corazón de la península del Yucatán, los mayas siguen con sus rutinas. Se desplazan de un lado a otro en sus bicicletas y contando chistes de tono subido en los bailes.

“No sabemos si el mundo se va a acabar”, expresó Liborio Yeh Kinil, un hombre de 62 años sentado en una silla afuera de su pequeña tienda de alimentos en la plaza principal del pueblo de Uh-May en el estado de Quintana Roo. “Recuerden el 6/6/6 (6 de junio del 2006): mucha gente pensó que algo iba a pasar, y no pasó nada».

Para los mayas, el inicio de una nueva era “implica realizar cambios profundos en el ámbito personal, familiar y comunitario para la verdadera armonía y equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza”.

Fotos: Jairo Nieto

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