El mensaje bíblico digno de la Navidad durante siglos: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres (Lucas 2:14), ha sido devaluado por el propio hombre, quien con su egoísmo y maldad, igualmente le ha dado un vuelco absoluto a la celebración de estas sagradas fechas.
Vivimos tiempos distintos. La navidad ya no es la misma. El jolgorio no es igual. La ilusión es diferente. Quienes escribimos muchas veces temas sublimes como tal, sentimos que decir algo sentimental, ahora raya en lo cursi, destemplado, que mueve al aburrimiento.
Los recuerdos se juntan y existe en la mente un lugar agradable para la nostalgia.
Los tiempos pasan y muchas costumbres se han perdido por la propia evolución de la vida y de la historia. Me refiero a acontecimientos que eran habituales en otros tiempos y que todo el mundo las daba por válidas en el día a día que los envolvía. Las misas de aguinaldos, patines en avenidas, villancicos, pesebres, la misa de gallo después de la cena a las 24 horas, donde una especie de frenesí nos impulsaba para dar rienda suelta a nuestra alegría.
Costumbres navideñas como los juegos de aguinaldos que se iniciaban el 16 de diciembre y se mantenían hasta el 24 ó 31 del mismo mes. Entretenimientos que no eran otra cosa que pequeñas apuestas llenas de emoción y picardía, ya que en ellas se pactaban penitencias u objetos que en la mayoría de los casos tenían poco valor.
Estas recreaciones permitían afianzar los lazos de amistad y familiaridad, nacidos entre las muchachadas de la época: «Pajita en boca» era uno de ellos, que consistía en que cada vez que alguno de los jugadores le decía al otro esa expresión, debía tener algo como un dulce, chicle, hilo, piedrita o palillo, el cual debía mostrar sacando la lengua. Cada vez que se pillara al contrincante sin nada en la boca, le cantaban «mis aguinaldos», se iban sumando puntos que a la fecha pactada para finalizar el juego, quien tuviera más era declarado ganador.
Otros como el beso robado que consistía en un momento de descuido robarle un beso a la pareja, pacto que igualmente sumaba. Dar y no recibir era no dejarse convencer por el compañero o compañera de recibir regalos, comida u objetos, pero al mismo tiempo se debía intentar que el otro lo hiciera. El sí y el no, preguntar, saludar y no contestar, uno de los recreos evocados entre los más jóvenes, pues era como jugar al mudo.
Un mundo donde se respiraba paz familiar, tranquilidad en un hogar que nadie era capaz de perturbar. No obstante, la vida actual no ha logrado arrancar esas imágenes de nuestra retina. Un mundo sencillo de buenos donde también habían malos, pero se establecía un paréntesis equilibrado de armonía.
Hoy, demasiados conflictos cercan nuestra Noche de Paz. Demasiadas perversidades nublan nuestra esperanza navideña en este 2012, año duro con grandezas deportivas y miserias políticas.
Los niños ya no quieren el carrito con sirenas sino una pistola de juguete para aprender a disparar, los hermanos no se tratan, el hijo no quiere ver a sus padres, el vecino lanza su basura al otro y el malvado dispara a sangre fría en la búsqueda de un celular o un par de zapatos. A veces nuestro orgullo prevalece más que la palabra navidad, que la tolerancia, que el perdón.
En medio de tanto salvajismo, la navidad nos llega como si con ella no fuera la cosa. No hay ambiente. Nada qué celebrar. Existe un evidente trasfondo de preocupación, malestar social y tristeza, de falta de Justicia. Venezuela carece de armonía. Al menos, de la necesaria para disfrutar despreocupadamente en estos días.
No obstante, aclamemos la Navidad con optimismo a pesar de que se anuncie la devaluación de nuestra moneda para el próximo año, de que aumenten la gasolina, así la inflación sea mayor y ascienda la población que vive en la pobreza o al menos en el umbral de ella. Alabaremos la Navidad, aunque la práctica mayoría de nuestros ciudadanos carezcan del elemental derecho de acceso a la vivienda o existan hogares sin calor y venezolanos sin pan.
Es imposible olvidarse en estos días de que la humanidad gira alrededor de una gran guirnalda gigante que es la Tierra donde cabemos todos hijos de Dios, así nos sintamos minúsculos en el amplio universo, pero sagrados ante la gracia del señor.
En 1975, con ocasión del Año Santo, el Papa Pablo VI publicaba la exhortación apostólica “Gaudete in Domino”, sobre la alegría cristiana. “Alegraos siempre en el Señor, porque Él está cerca de cuantos lo invocan de veras”, señalaba el Pontífice al iniciar este memorable documento en el que recordaba asimismo que, los discípulos y todos cuantos creen en Cristo, están llamados a participar de esta alegría: “Jesús quiere que sientan dentro de sí su misma alegría en plenitud”.
¡Feliz Navidad!
#Opinión: Paz en la tierra Por: Orlando Peñaloza
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