Una milésima de segundo bastó para cambiar la vida de Silvestre Manuel Camacaro, quien trabajaba como maestro de obras cuando con una cabilla tocó un cable de alta tensión que le produjo pérdida de sus brazos y una pierna, cuando apenas tenía 41 años de edad, una esposa y cuatro niños pequeños a su cargo.
“Lloré mucho en primer momento, fue un momento muy fuerte, pero a pesar de lo que decían, seis meses después del accidente comencé a caminar con una prótesis en mi pierna. Como no tenía brazos no podía utilizar bastones, pero con la rehabilitación y fuerza de voluntad logré hacerlo”, relató Camacaro, quien en la actualidad ha superado con creces sus limitaciones y sirve de ejemplo para quienes lo hemos conocido.
En el Centro de Medicina Física y Rehabilitación (CMFR), del Hospital Central Universitario Antonio María Pineda, el médico fisiatra Régulo Carpio le habló sobre las posibilidades de prótesis para sus brazos y manos, y entre las opciones escogió la forma de ganchos, que aún utiliza con destreza para cocinar, trabajar en programas de computación, vestirse, entre otras actividades del quehacer diario.
“He trabajado en varias obras de construcción, entre edificios y quintas, dirigiendo al personal. En el 2004 hice un curso de computación y laboré con un ingeniero, también he sido mensajero, le escribía a una persona ciega y ahora trabajo con el programa Autocad para hacer planos”, detalló Silvestre Manuel Camacaro.
Al verlo mover sus prótesis de miembros superiores, que tienen formas de ganchos, para escribir en el computador, agarrar un vaso de agua, las carpetas, pendrives, no queda otra cosa que asombrarse por la agilidad que tiene en cada una de sus tareas.
“Aunque no tengo dedos yo los siento, pero las prótesis que son de manos completas no son las mejores para mí, estoy acostumbrado a trabajar con éstas de ganchos y así me desenvuelvo mejor. Siempre he sido muy independiente y gracias a Dios puede hacer muchas cosas. Para cocinar necesito ollas de dos asas y en mi casa se han adaptado varias cosas para mayor facilidad”, expresó Silvestre.
En el caso de la ropa, contó que les mandan a colocar cierres mecánicos en lugar de botones.
“Cuando me vestía llamaba para que me ayudaran, pero debía esperar, y soy muy impaciente, por eso ideamos los cierres mágicos, así me puedo vestir solo”, rememoró entre risas.
El consejo para las personas que han pasado por circunstancias parecidas o tienen algún tipo de discapacidad según Silvestre es: “nada es imposible para la voluntad humana. Todo está en la mente y debemos pensar en el futuro”.
Esfuerzo y estrategias
Gracielis Rodríguez tiene una enfermedad de nacimiento que le impide ver totalmente, puesto que solo ve sombras y luces sin mayor definición, sin embargo, recuerda que tuvo una niñez muy feliz, y en su inocencia no sentía diferencia entre el trato hacia ella. Sin embargo, antes de entrar al preescolar ya comprendía que no podía jugar de la misma manera que sus vecinos y amigos.
“Mi papá siempre me sobreprotegía, sin embargo yo siempre quise ser útil, no depender totalmente de los demás, aunque me costó mucho entrar a estudiar poco a poco lo hice, aprendí incluso a coser, siempre quise aprender lo que pudiera”, expresó Rodríguez.
Nació en Chabasquén, estado Portuguesa, y en la escuela comenzó como oyente, donde sólo aprendía a hacer arepitas, porque era lo que más se le facilitaba al momento de los juegos, sin embargo, se sentía desintegrada porque no podía hacer todo lo que sus compañeros hacían.
“Aprendí a jugar voleibol, también hacía oficios sencillos en el hogar, era muy inquieta”, contó.
Una profesora con discapacidad la impulsó a estudiar en Guanare, donde existía una especie de internado para personas con discapacidad visual, sin embargo, esta casa cerró al poco tiempo por falta de apoyo de las autoridades gubernamentales.
“Ella siempre me motivaba, y cuando me decía que tenía que ser “alguien” en la vida yo pensaba que ya era alguien desde el momento en que nací. Pero definitivamente me ayudó a superarme y no ser una carga para mi familia”, explicó.
Para entrar a la universidad contó con el apoyo de una prima, con quien entró a estudiar la carrera de docencia en El Junquito.
“Mi prima tuvo que abandonar la universidad y eso supuso otra dificultad, pero como ya había hecho amigas pude continuar hasta finalizar mi carrera. Hice mis pasantías en la escuela Braille aquí en Barquisimeto, donde quisiera ayudar a los niños en su aprendizaje”, contó Gracielis.
En sus palabras llenas de optimismo, recalcó que el esfuerzo y planear las estrategias para superarse es necesario para las personas que tienen algún tipo de discapacidad, como para quienes no la tienen.
“No se trata de ponernos barreras, sino de superarlas”, concluyó.
No somos enfermos
Libia Suárez, padeció poliomielitis cuando era apenas una niña de año y medio, por ese motivo tiene discapacidad psicomotora y debe caminar con ayuda de muletas. A sus 46 años de edad se siente privilegiada por haber nacido en una familia tan numerosa (14 hermanos) porque debido a ello nunca hubo un trato especial hacia ella.
“Mi vida fue muy normal, nunca hubo ese “pobrecita” o algún tipo de discriminación, ni dentro de mi familia ni en los sitios donde estudié y he trabajado”, explicó Suárez.
Una de las dificultades que ha tenido que sortear, como muchas otras personas con discapacidad motora, ha sido el transporte, porque para subir en un autobús (ruta) debe ingeniárselas, como si fuese “Tarzán y Jane” según dijo en tono jocoso.
“Es cuesta arriba que cedan el puesto establecido para las personas con discapacidad, aún falta más apertura e integración en todos los ámbitos de la sociedad”, recalcó Suárez, quien desde los 20 años ingresó al mercado laboral, en el área de Recursos Humanos.
En la actualidad lleva la nómina del Consejo Estadal de Atención para Personas con Discapacidad (Ceapdis), donde mantiene el orden en cuanto al recurso humano que allí labora.
Recalcó que no son enfermos, sino que tienen una condición diferente a la generalidad de las personas, las cuales no les limita en cuanto a deberes y derechos dentro de la sociedad.
“Desde muy joven estuve al frente de asociaciones y organizaciones no gubernamentales (ONG) para velar por los derechos que tenemos las personas con algún tipo de discapacidad. También estuve en el grupo que promovió la Ley para las Personas con Discapacidad, incluso en su redacción”, informó Libia.
Con respecto a la causa de su enfermedad, pidió a los padres que tuvieran en cuenta el esquema de vacunación recomendado para los niños, porque la poliomielitis aunque está erradicada en Venezuela; aún persiste en otros países del mundo, y podría entrar el virus de nuevo, pero si todos están protegidos no habrá secuelas para el organismo.
“Antes había mucha negligencia y poca información. Pero ahora no es posible obviar colocar todas las vacunas a los niños”, aseveró.
Más allá de las limitaciones
En el transcurrir de los años han cambiado los nombres con los cuales se les define a las personas con discapacidad. Antes se les decía “discapacitados”, luego y el más común “personas con discapacidad”, y en la actualidad la Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de “personas con capacidades diferentes”.
¿Por qué? Las historias que contamos en esta oportunidad son tan sólo una muestra de personas que no se han dejado amilanar por las duras pruebas que han enfrentado en su vida, sino que han sobresalido para ser ejemplo de todos, como también para recordar que cuando existe una obstáculo la fuerza de voluntad se potencia y multiplica el resto de las capacidades.
Agradecer cada día la bendición de la vida, y las oportunidades con las que cuenta cada ser humano, es el objetivo para continuar enfrentando las adversidades con ánimo, mente positiva y esperanza de que las cosas puedan estar mejor.
Fotos: Daniel Arrieta