Para recordar: “… porque yo soy Jehová tu sanador” Éxodo 15:26
Un sábado noviembre, escuchamos atentamente la predicación de Nestor, en el templo Adventista del Malecón, de esta ciudad; cuando relataba lo que le sucedió al rey Ocozías.Nos pareció interesante, porque repasamoscómo Dios es el mismo de siempre ysobre sus designiosnadie puede oponerse. Aprovechamos para mencionar, que la gente cree que el mundo se va acabar el 21 de diciembre de 2.012 y eso no es un mensaje divino o bíblico.
La historia en cuestión dice así: “…Y Ocozías cayó de una ventana de una sala de la casa que tenía en Samaria. Y estando enfermo envió mensajeros, y díjoles: Id, y consultad a Baal-zebub dios de Ecrón, si tengo que sanar de esta mi enfermedad. Entonces el ángel de Jehová habló a Elías tisbita, diciendo: Levántate, y sube a encontrarte con los mensajeros de rey de Samaria, y les dirás: ¿No hay Dios en Israel, que vosotros vais a consultar a Baal-zebub dios de Ecrón? Por tanto así ha dicho Jehová: Del lecho en que subiste no descenderás, antes morirás ciertamente. Y Elías se fue” (2 Reyes 1:1-4).
Baal-zebub, era un dios pagano y el pueblo de Israel, no debíaconsultar a otro dios (con “d” minúscula) porque era y es pecado. El pueblo conocía al Dios de Abraham, de Jacob y de Moísés;a quien Dios le dio los Diez Mandamientos.Y,casi igual que esas personastendemos a olvidarnos de Dios,quien no cambia.Bien dijoel apóstol Santiago: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).
Cuando hablamos de Dios, nos referimos al Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y, cuando en esta época de diciembre, platicamos del niño Jesús,¿se nos olvida que él era y es Dios?, de quienel profeta señaló: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; llamaráse su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de paz. (Isaías 9:6). Tal vez, algunos no entienden que Jesús tuvo que quitar su divinidad para poder venir a la tierra y poder morir por nosotros.
Volviendo a la historia, los mensajeros le contaron al reyOcozías, que se habían encontrado con Elías, quien les dijo lo que Dios le había revelado. Al rey, no le gustó la noticia y envió a tres grupos de capitanes con 50 soldados, cada uno, para arrestar o matar al profeta, creyendo que matando al mensajero, fenecería el mensaje.
La orden de un rey y la palabra de un soldado era casi una ley. Por ello, Dios tuvo que proteger a Elíasde los malvados, y por la palabra del profeta, con la anuencia divina, los dos primeros grupos fueron consumidos por fuego.Como ya habían muerto 102 personas, el tercer grupo llegó hasta el profeta, pero el capitán se humilló y entendió que Dios lo protegía.Talcapitán,abogó por sus soldados y se salvó el grupo.
Entonces, Elías vino al rey escoltado por ese capitán, peroel regente todavía arrogante, no entendió el mensaje. Es decir, le faltó humildad; también a los que lo acompañaban en el reino ya pesar de tanto poder, Elías le volvió a repetir el mensaje que iba a morir y el rey murió. (Ver 2 Reyes 1:17).
Es lamentable, que a veces damos cabida a contrariedades bíblicas y se piderespeto por la diversidad, lo cualacatamos, peroalgunos cristianos se olvidan que Dios y la Bibliadeben significarlo mismo para todos.
Así como el rey no se humillo, a veces, nosotros tampoco lo hacemos.Pero,Dios siempre nos envía mensajes similares,como cuando ordenó a Moisés que escribiera: “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hiciere lo recto delante de sus ojo, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad que la que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu Sanador” (Éxodo 15:26).
Es tan fácil ostentar poder y riqueza; o hasta cuando pobres nos olvidamos que existe un Dios;también despreciamos su Ley, y por ello, muchos no creen, o se nos olvida que necesitamosun Salvador. Sin embargo, sí nos humillamos como lo hizo el capitán, nos arrepentimos y obedecemos la voz de Dios, con seguridad nos estamos librando de la muerte segunda; condenación que recibió el rey Ocozías, la cual ocurrirá después de la Segunda Venida de Cristo.
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