Vecinos de la comunidad de Guadalupe, en la parroquia Aguedo Felipe Alvarado, tomaron la iniciativa de rellenar los bordes del puente ubicado en la entrada de la comunidad que comenzó a construir la Gobernación de Lara y, debido a la falta de presupuesto, el proyecto había seguido por la intervención de la Alcaldía de Iribarren.
Lo cierto del caso, es que ahora ninguna de las dos autoridades se hace responsable por la obra y son los habitantes quienes sufren las consecuencias. Hace unos días, hombres y mujeres del sector hicieron lo necesario por mejorar el paso sólo que no es suficiente.
Los conductores sienten temor de circular por ahí, ante la inestabilidad de la plataforma, también a causa de la falta de señalización y de iluminación. Por esa razón, toman como vía principal la calle transversal y tampoco conviene a los residentes. De hecho, un pequeño de dos años fue arrollado por uno de los vehículos en fecha reciente. Laura Álvarez, vecina, lamentó que la obra esté paralizada cuando es un tramo importante para comunicar a la población de Bobare con los campos o caseríos.
“Nos preocupa que los niños corran peligro con los carros a toda velocidad frente a sus casas; la avenida principal necesita del puente para mejorar el camino hacia las comunidades más apartadas y pensando además en las épocas de lluvias debido a las inundaciones que siempre ocurren”, sostuvo.
“El agua no me alcanza”
Por otra parte, María Sierra, habitante, declaró que el suministro de agua es insuficiente para el sector que tiene más de 30 años de historia. Los surten del vital líquido cada 15 días pero, antes de que se cumpla el plazo, están en la necesidad de llenar las “pipas” por su cuenta. En caso de las familias con tanques, cancelan 50 bolívares a los cisternas para medianamente tener cómo llevar a cabo los quehaceres.
Se sienten desamparados y no es para menos. Con todo el tiempo que tienen viviendo en uno de los sectores más emblemáticos de toda la parroquia, no cuentan aún con las tuberías de aguas blancas. Van en retroceso a pesar de los intentos y gritos de auxilio que dan sus vecinos a la hidrológica y demás organismos públicos. Explican que el agua almacenada en los recipientes de plástico y en “pipas” de metal reproducen “clavitos” o suciedad que son dañinas para la salud de todos.
“Con el agua de las cisternas cocinamos y hacemos todos los oficios; nos angustiamos cuando no traen agua dulce y también si incumplen con la distribución por la zona. Cada 15 días, es demasiada espera para las familias. En nuestro caso somos dos hogares en un mismo domicilio”.
Fotos: Luis Salazar