#Opinión: ¡Tremendo berenjenal! Por: Carolina Jaimes Branger

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A un pueblo puede pasarle cualquier cosa cuando pierde la capacidad de asombrarse. Y cuando no nos asombramos por nada de lo que nos pasa, no reaccionamos. Nos acostumbramos a que nos mientan. Eso convierte a unos en incrédulos y a otros en ingenuos. La incredulidad eventualmente se transforma en cinismo. La ingenuidad, en estupidez.
El pasado miércoles, cuando en cadena nacional el Vicepresidente Maduro instó a ciertos sectores de oposición a “cesar en sus especulaciones, sus mentiras” la pregunta que muchos nos hicimos fue “¿quién ha mentido en todo este asunto?” Supuestamente el presidente tiene cáncer desde algo más de año y medio, pero nadie sabe en dónde. En vez de tratarse en Venezuela, se larga para Cuba. El misterio ha ocasionado toda clase de especulaciones, desde que no tiene nada hasta que está muerto, porque la salud del presidente es un asunto del dominio público e incide en la seguridad nacional.
Hay médicos que han tirado a pegar un diagnóstico basados en los síntomas que el gobierno ha dejado colar, pero lo cierto es que al menos públicamente, ninguno de los médicos tratantes ha abierto su boca para decir ni “ñe”. La misma táctica comunista de los primeros ministros soviéticos, de los líderes de Corea del Norte y de Fidel Castro. ¿No era más fácil decir la verdad? ¿Por qué ese secretismo? Varios presidentes latinoamericanos en el mismo lapso han tenido cáncer y se ha sabido dónde, el estado de gravedad y el tratamiento. Aquí no. Aquí hemos tenido desde ritos de paleros, caimaneras de oración (ahora hasta los comunistas rezan en Venezuela), tratamientos que solo parece conocer y aprobar Fidel Castro y despedidas de novela. Una trama bien hilada.
La semana pasada el doctor Octavio Lepage, uno de nuestros políticos más avezados y honestos, escribió lo siguiente:
La enfermedad del presidente ha permitido contrastar en vivo dos maneras de concebir la vida y ejercer la política. Han sobrado razones para criticarle con severidad por su comportamiento en este delicado trance. Carece de justificación que haya escogido a La Habana y no a Caracas para su prolongado y riesgoso tratamiento. Nadie en el exterior puede entenderlo. Ha puesto en entredicho el temple de los venezolanos por no haber sido capaz de hacer respetar nuestros fueros soberanos. Ha dejado mal parado el prestigio de la medicina nacional y de los compatriotas médicos, que evidentemente no le inspiran confianza profesional. Sin embargo, los dirigentes de la oposición democrática se abstuvieron de formular críticas. Capriles Radonski en su campaña, ni una sola vez mencionó la enfermedad del presidente, tampoco los dirigentes que lo acompañaron. En todos prevaleció el sentido de solidaridad humana y de convivencia civilizada.
Frente a este comportamiento impecable, diputados y diputadas chavistas tuvieron una reacción humanamente incomprensible y políticamente lamentable. En la sesión extraordinaria convocada para considerar el permiso solicitado por Chávez para viajar una vez más a Cuba, los diputados de la alternativa democrática -Gómez Sigala, Gaviria y María Corina- tomaron la palabra solamente para anunciar el apoyo de la bancada de oposición al permiso solicitado. Desde la bancada oficialista les respondieron con disparos verbales de grueso calibre. Una de las más vehementes diputadas chavistas, los calificó de buitres y “buitrea”. Compare y juzgue.
Se siente una atmósfera de incertidumbre. Corren toda clase de rumores sobre las intestinas luchas de poder dentro del chavismo. Hay serias dudas de que se mantengan unidos si el presidente no puede ejercer a partir del 10 de enero. Maduro es el elegido “por ahora”, pero se están midiendo fuerzas y algunos hasta tienden puentes hacia la oposición. Y contradictoriamente a lo que podría pasar en cualquier otro país, los bonos venezolanos suben. Somos el país de lo probable y lo posible.
La verdad sobre la tal vez no la sepamos nunca. Pero de lo que no queda duda es del tremendo berenjenal en el que estamos metidos…

@cjaimesb

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