Hace algún tiempo Joseph Conrad, escritor polaco, escribió un libro titulado: El corazón de las tinieblas, en el que, de forma más o menos indirecta, narra las atrocidades cometidas en la salvaje colonización del Congo. Desde luego que en este artículo no voy a tratar tan espinoso tema, pero es que, la constante afirmación de Reyes Reyes, en el sentido de que él es “el corazón de Lara”, trajo a mi memoria el título de esa obra. Ello porque, si Reyes al cuadrado es el corazón de Lara, los larenses estamos fritos, y me da la corazonada de que necesitamos urgentemente los auxilios de un cardiólogo. No de Luis Corazón. ¡De un cardiólogo! Es decir, si este personaje de opereta muda necesita ser corazón de algo, las tinieblas en que se encuentra sumido el país le vendrían como anillo al dedo. Y conste que no me refiero nada más a los constantes apagones que padecemos los larenses, cortesía de Cortoelec, sino también al oscuro panorama moral, económico, social y político en que se asfixia el país.
Por estas tierras sabemos, que esa estrategia del chavismo, consistente en presentar a sus inútiles más connotados como personajes que, sin padecer mal de chagas, tienen un gran corazón, constituye un ardid publicitario orientado a explotar y manipular la sensibilidad de la gente, vampirizando sus mejores virtudes para luego depositarlas en estos carcamales que no andan, ni hablan ni piensan, ni existen, si el dedo y el grito del infame capataz no se los ordena, por medio de una truculenta operación narcisista aderezada con la respectiva dosis de sensiblería. La mente cuadriculada del artífice de esta cháchara calcularía: El corazón es el órgano que da vida al cuerpo. Hagamos creer que Reyes es el corazón de Lara y, por tanto, sin Reyes el Estado Lara no tiene vida. Con razón vivimos en un país y una sociedad infartados. Sin duda que en las altas esferas del poder, la azotea de alguien confunde el corazón con los riñones. ¡Qué riñones!
Pero al igual que con el noble órgano llamado corazón, Reyes manipuló con el uso de la palabra amor, y casi se proclama como su encarnación mundana; el amor en pasta, pues. Queda una ciudad poblada de avisos: ¡Reyes Reyes, el aviador del amor, le resuelve su problema amoroso en segundos, desde un paracaídas, con sólo leerle sus efluvios! A ver: dígame una palabra con amor…Amortiguador, mi comandante. Bien, bien, y usted, dígame otra palabra con amor. ¡Amorfo, mi comandante! ¡Muy bien, certifíquese! Comandante Reyes, cuando habla me recuerda al mar- ¡Caramba, camarada, no sabía que le impresionaba tanto! No, no me impresiona, ¡¡¡Me marea…!!! ¡Dios es amor!, proclamamos los católicos. Reyes dirá para sus adentros: ¡No, el amor soy yo, y además soy pana de Chávez, y jefe del psuv! Ahora sólo falta que me digan amor de madre, y que Cristóbal Jiménez me traiga una serenata que incluya la cancioncita aquella de Reinaldo Armas, o la otra, más tristona, la de Julio Jaramillo que suena mucho por estos tiempos navideños. Yo soy amor, tú soy amor, él soy amor, ellos soy amor, vosotros soy amor, son las conjugaciones de estos verbos que más le gustan a Reyes Reyes. ¡Todo yo, todo yo! Como su mentor, pues.
Pero esta conducta de los dos Reyes, es decir, Reyes Reyes, autonombrándose corazón de Lara, o como una especie de encarnación del amor, no sólo es patológicamente narcisista, sino que también está impregnada de burda sensiblería, entendida ésta en los términos en que la describe Erich Fromm: “quien apela a la sensiblería se encuentra disociado de la realidad, y usa palabras como patriotismo y revolución, las cuales, a pesar de no tener un sentido concreto, le resultan tan excitantes que lo hacen llorar y lo impulsan a hacer cualquier cosa”. Conforme a esto, parece que Reyes al cuadrado, por la forma como se presenta y como opina -las pocas veces que lo hace -, anda permanentemente disociado de la realidad. Así, habla de democracia y participación, cuando fue impuesto como candidato por el dedo todopoderoso de Chávez. Se jacta de su amor a la patria, no obstante que el gobierno al que representa es un sirviente obsequioso del gran imperialista de estos tiempos, el capital chino, amén de que ha convertido al país en una torta a la que cubanos, brasileños, argentinos, rusos, iraníes y otras linduras, le caen a dentelladas para ver quién logra la mejor tajada. Un verdadero patriota del poder, un auténtico accionista de la patriotería criolla, diría Don Miguel de Unamuno. Por cierto, dónde andaría el amor y el patriotismo de Reyes Reyes, cuando ocurrió la masacre de Río Claro, o la muerte del hijo del amigo Víctor Martínez? Y en qué parte de su discursito se perdieron los hijos infinitos, aquellos padres, hijos, hermanos, que fueron y siguen siendo arrancados del seno de sus familias por ese torbellino de muerte y destrucción en que se ha convertido la inseguridad en Venezuela, y en nuestro Estado? ¡Vaya usted a saber!
Ciertamente, Reyes Reyes y su aparato propagandístico hicieron de la manipulación y el cinismo un arte cruel y vergonzoso. Pero el pueblo larense, en especial, desde tiempos inmemoriales, también han elaborado un arte exquisito. El arte de la democracia, la libertad y la solidaridad humana. Y mañana, cada larense apto para hacerlo, va a acudir a votar para decirle de manera contundente a Bernardo, rey de las sombras, del atraso y de la oscuridad: ¡Quédate tú con tu arte, que yo con mi arte tengo! A votar mañana, pues.