A la querida amiga Flor Pérez Rosales en sus 85 años.
Ser viejo no es un insulto, es solo la consecuencia de vivir, es haber crecido y haber podido ajustar las velas en tiempos de borrasca. Ser viejo es haber aprendido el arte de modularle al tiempo sus quejidos y sus fríos dominar, es haber logrado degustar al máximo la dulzura de las uvas del tiempo, es haber sembrado igual en tierra fértil como en tierra seca, aunque no siempre la cosecha haya sido el resultado esperado. Ser viejo es mantener viva la ilusión y confianza en uno mismo, es estar agradecido de lo mucho o poco que la vida nos otorga.
Los tiempos felices, fuertes y laboriosos pasan rápido. Algunos envejecen a la sombra de los árboles que también envejecen. Los profetas de este momento cantan su canto, evocan el sueño de sus albas, sus crepúsculos y puestas del sol que obligadamente llevan a recordar aquellas melodías que atrás se quedan susurradas por las hojas secas que el viento va empujando. Llega el momento en la vida en que empezamos a devanar hilo por hilo, brizna por brizna el interior de la casa que se nos va quedando vacía, sin niños, sin quehacer, sin prisa, sin risas, sola. La vida es así, acunamos distancias, bebemos soledades, agradecemos el momento de un calorcito humano en medio del frio que acompañan nuestros huracanados glaciares. Si no aprendimos ya no es tiempo de aprender, si hubo errores ya no hay tiempo de enmendarlos, es mejor dejarlos asilados en el pasado.
Cuando se tienen tantos años se aprende a vivir más acorde con las circunstancias y con uno mismo, se aprende más de los momentos amargos que de los dulces. Somos gaviotas apenas de un momento de vuelo sobre el mar de la vida, somos como la espera del viento que aúlla y prolonga su insomnio hasta que cierra nocturna sus bellas corolas.
Una maraña de cosas de pronto todo se nos vuelve, la memoria nos juega malas pasadas; con los años las cosas se van desvaneciendo en la mente. Olvidos, torpezas, temores se van convirtiendo en algo rutinario; tantas cosas perdemos de lo que fuimos, tantos bríos se quedan en suspenso…La paciencia y buena voluntad de los otros es lo único que pueden ayudar a superar tales dificultades. Una mano generosa y todo será soportable, incluso las espinas que sin cesar nos clavan en mitad del corazón.
En sus múltiples maneras de componerle a la vida Susana Carizzo compuso lo siguiente.
“Uno crece… cuando no hay vacío de esperanza, debilitamiento de la voluntad, ni pérdida de fe. Uno crece cuando acepta la realidad y tiene aplomo de vivirla.
Uno crece y abre caminos dejando huellas, asimilando esperanzas, sembrando raíces.
Uno crece cuando se planta para no retroceder, crece cuando se defiende como águila para no dejar de volar…Crece cuando se clava como ancla y se ilumina como estrella… ”
Somos el árbol entre cuyas frondas retoñan flores, surgen dulces y amargos frutos; pasa la primavera, pasan los encantos del verano, llega el otoño y con él van cayendo nuestras hojas, abono garantizado. Nada en la vida es inútil, de nosotros queda el ejemplo, el mensaje de la mesa, del pan y las sonrisas, las raíces, los cantos de vida, los te quiero, las flores recibidas, nuestros sueños, quedan las alegrías grabadas en el retrato, bello complemento de lo terrenal de la vida. El tiempo se refleja en el rostro, en el acumulado de pétalos y espinas.
Tal vez igual que nosotros del mismo mar se cansen algún día las olas de ser las infatigables viajeras que van y vienen sempiternamente. Seguro es que llegaremos nosotros más pronto al final, mientras que las olas en sus eternas precipitaciones, a pesar de sus rutinas y cansancios seguirán, seguirán, seguirán…
Somos una biografía, el preámbulo de un tiempo, la aceptación de las pruebas y azares de la vida, somos fuego, somos vida, sueño, fuerza, valor, voluntad, somos historia, luchas, alegrías y pesares, el haz apenas de un momento fugaz, somos el mensaje que no siempre podemos escribir…
En medio de la eterna búsqueda de la felicidad y la tranquilidad, siendo el efecto la causa de nuestras propias acciones, seguir vivo es la mejor ganancia, el aplace de cualquier puesta de sol, de cualquier postrimería y final que nos quiera sorprender. Los años recomiendan que hay que vivir cada día con alegría como si fuera el último, antes de que guarden en un cuenco inútil toda nuestra vida reducida a cenizas…
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#opinión: Por la puerta del sol por: Hojas de invierno
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